
La politica epistolar
Atentamente, Rafael Correa. El presidente de la República ha fortalecido una tendencia política antes infrecuente: cartas masivas.
No bastan las cadenas televisivas, los enlaces sabatinos, las cuentas Twitter y Facebook y Flickr, los mensajes por YouTube, las páginas web oficiales, el diario de Gobierno y estatal, las radios públicas, la televisión pública, los conversatorios de los martes con los medios de comunicación y las entrevistas y los foros y los discursos de tarima. Después de todo esto, el presidente Correa ha encontrado un espacio comunicacional todavía virgen. Y, cómo no, ha ido por él.
La política epistolar le ha servido, en los últimos casos, para quitar de las manos de la cúpula militar el mensaje que quería transmitir a los cuarteles y, antes, para solidarizarse con los empleados del sector privado. En ambos escritos el presidente se acoge al lenguaje de trova: “sin trabajadores simplemente no hay revolución posible”, les dice a unos bajo una frase del ‘Che’ Guevara; y pidiendo a los otros que se expresen en las urnas “gracias al voto que ahora tienen, ese sí absurdamente conculcado por los que hoy les dicen defenderlos”.
La vía epistolar, por la cual han optado líderes internacionales en un frenesí de cartas y cartas abiertas en los últimos meses, le permite enviar un mensaje sin sentarse a escuchar el retorno. Aunque, a diferencia de otras vías, la carta tiene un efecto distinto, más personal, señalan analistas como Tito Quintero, rector de la Facultad de Ciencias Políticas y Jurisprudencia de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. “El presidente ha inaugurado una vía en la que el mensaje político, aunque no lo sea, parece dirigido exclusivamente a uno. Sus demás vías están desgastadas”, dice Quintero.
Y así ha sido. Por eso las alarmas. Tanto de los militares en servicio pasivo, como Fausto Cobos, quien acusa al presidente de hacer proselitismo en los cuarteles; como de los empresarios, que representados por la voz de Richard Martínez del Comité Empresarial Ecuatoriano, se dijeron “preocupados” y recordaron que en “las empresas no se hace política”.
Pese a las críticas. No es la primera vez que el mandatario opta por esta vía. Lo hizo, aunque de forma fallida, para dirigirse a sus compañeros de partido antes de las elecciones municipales de 2013, entonces asegurándoles que perder la alcaldía de Quito (a la que aspiraba reelegirse Augusto Barrera) podría significar perder el poder.
Hacia allá se dirigía antes. Lo había hecho para agradecer a los trovadores por las canciones dirigidas a su movimiento y para pedir a sus asambleístas que consideraran tal o cual aspecto en un debate; a su militancia.
Ahora, que lo hace por fuera, la lista parece dirigirse a sectores envueltos en polémica y descontento. Tal vez la lista pueda crecer...