Paradojas por resolver

Parecería que estamos condenados a lo cíclico, al retorno incesante de pasadas experiencias, por negativas que hubiesen sido. Por desgracia, la condición humana suele inclinarse a reproducir lo deplorable, lo demagógico, lo grotesco, lo que solivianta los espíritus y enciende las pasiones. Correa está en espera de ello, aunque su rostro descompuesto anuncia una contienda personal con Moreno, quien, por su parte, ha aceptado el reto. Se trataría de un enfrentamiento personal, usual entre quienes aspiran el liderazgo de una organización política cuya subsistencia se pretende a la vez. No estaríamos, pues, obligados a creer que la lucha de Moreno contra Correa lo es también contra el sistema autoritario y corrupto de toda una década. Su contienda es personal y ha ganado la simpatía primaria de quienes repudiamos el desgobierno de Correa. Sin embargo, mandar al infierno a Correa manteniendo los cuadros partidistas y sus proyecciones ideológicas, es inaceptable, porque cierra el paso a las corrientes democráticas mediante el simple cambio de estilo, condenando al país al retorno de lo repudiable, a la incivilidad que acabamos de vivir.

Nos vanagloriamos de pertenecer al mundo y civilización occidentales, pero estoy por creer que lo que requerimos es un cambio de civilización que se despoje de todo un siglo de estupideces ideológicas.

La inserción de correístas supuestamente ideologizados en la actual administración, causa desconcierto y escepticismo en quienes soñaban con la vuelta segura a la democracia. Correa creyó equivocadamente iniciar con Moreno un simple interinazgo, al cabo del cual retomaría el poder. No era difícil, pues, suponer que seguiríamos escuchando discursos nacidos desde lo alto de las decrépitas doctrinas izquierdistas, exigiendo el mismo conformismo servil y encubridor de la más grande corrupción generada al abrigo de la supuesta revolución ciudadana.

En Moreno queremos ver al hombre que ha sabido superar las negatividades de su predecesor y de su desprestigiado movimiento político. Sus declaraciones han alentado incluso a quienes perdieron las pasadas elecciones y su actual popularidad presidencial lo confirma. La oportunidad que la historia le ofrece, haría de Moreno un presidente que supo redimir la democracia o, como hipotética contrapartida, el hombre que, pudiendo lograrlo, no tuvo el valor suficiente para rescatar a nuestra nación de su infortunio.

La designación como vicepresidente de María Vicuña, por ejemplo, encargándole velar por el proceso de la Consulta Popular, invita a la reflexión. Ella votó en su momento por la reelección indefinida de su coideario líder y podríamos suponer que, al igual que otros asambleístas de AP, estará contra la propuesta de Moreno de acabar con esa aberración antidemocrática. ¿Duerme, entonces, Moreno con el enemigo, como algunos aseveran? ¿O son simples abejorros intentando taladrar sus oídos? Paradójicamente, su enemigo, y presumible saboteador de este gobierno está al interior de su propio partido, empeñado en un servil sectarismo al que califican de coherencia ideológica y que solo busca traer de vuelta a Correa, a su populismo autoritario y a la corrupción invariablemente aparejada al poder absoluto.

Repudiamos toda una década de proclamas insinceras y de conductas deshonestas, y justo es pedirle a Moreno que se esfuerce honradamente en inaugurar una nueva moral gubernamental que a él honre y dignifique al Ecuador.