Que ocurre con la droga capturada
Si se mantuviese alguna duda respecto a la enorme magnitud de la participación ecuatoriana en el tráfico, consumo y otras actividades vinculadas con sustancias estupefacientes, bastaría el dato adjunto para cuantificarla: 300 pescadores originarios de cinco provincias, principalmente de las costeras, como Esmeraldas, Manabí y Santa Elena, están presos en cárceles de tres distintos países, acusados de estar involucrados con acciones asociadas al tráfico de drogas.
Entre otras, la más corriente es la relacionada con el transporte de los cargamentos de droga hasta una primera parada en la costa colombiana, Tumaco por ejemplo, o hasta cualquier otro puerto en algún país centroamericano, como Nicaragua, Honduras o Guatemala, “fletes” por los que se cobra entre 30.000 o 70.000 dólares, razón por la cual, más todavía en época de crisis y con un esfuerzo laboral cada vez menos remunerativo, los pescadores se arriesgan y como puede apreciarse, muchos de ellos son capturados.
Prescindiendo circunstancialmente de reflexionar en el drama humanitario que para muchas familias significa la pérdida de libertad de quienes garantizan su diaria subsistencia, se sabe que para intentar evitar ser sancionados, muchos arrojan su carga al mar, debidamente empacada y con artilugios que permiten identificar su posición y recuperarla.
Con la experiencia adquirida, los miembros de la fuerza pública que combaten el tráfico, cotidianamente capturan los cargamentos, tal cual hacen, también con creciente frecuencia, otros cuerpos de seguridad.
Como la magnitud de las capturas involucra toneladas de diverso tipo de sustancias ilegales, de altísimo precio, una constante inquietud ciudadana permanentemente inquiere por el destino de ellas. Tradicionalmente se la quemaba en los hornos de determinadas industrias, con presencia de trabajadores de los medios de comunicación colectiva.
A la fecha no se tiene conocimiento de cuáles son los procedimientos utilizados para destruirla, sabiendo el riesgo que significa almacenarla, pese al sigilo con que se procede. Bien se sabe que los tentáculos del tráfico son largos y llegan a los más inusitados niveles de la sociedad y de la administración.
Por ello, informar sobre el asunto resultaría una sana decisión que la ciudadanía recibiría gratamente.