Octubre de libertades

Me encanta octubre. Por eso escribo el presente cañonazo con cuatro días de anticipación, esto es, todavía en setiembre. No sé que va a ocurrir en los días que faltan para llegar al mes de las glorias guayaquileñas, que son glorias ecuatorianas, americanas pero, no quiero estar influenciado por esos acontecimientos.

Prefiero ahora dejar lo coyuntural, que generalmente es mezquino, para intentar transitar por la grandeza de lo que ha sido. Mi añoranza no es melancólica. Es búsqueda de la savia nutricia que los guayaquileños consideramos como patrimonio inalienable. Esta misma columna se llama Cañón de futuro y pienso que hacia adelante es adónde debemos dirigir nuestros mejores esfuerzos. Sin embargo, bien sé, me lo enseñó mi padre, que no se camina con firmeza hacia el porvenir si no se tiene profundamente claro el de dónde venimos. Que solo los árboles que tienen profundamente arraigadas sus raíces dan buenos frutos, decía él y la vida lo confirma. Los que se sienten extranjeros en su propia patria y añoran haber nacido en otra, solo son ecuatorianos por accidente y aquí pueden hasta tener gustos vernáculos, en la gastronomía sobre todo, que nuestra comida es sabrosa, pero su esencia, esa esencia vital que llamamos alma, no es ni siquiera mestiza, peor huancavilca.

Por ello, esta añoranza de la aurora gloriosa es oportunidad para resaltar igualmente la vertiente española, sin la que tampoco se entiende Guayaquil. Después, en el crisol gigantesco de los tiempos, diversos metales se han fundido pero, la amalgama siempre mantendrá, emanando desde sus entrañas, un fresco aire de libertades, una enorme voluntad de progreso y un arraigado sentido de la solidaridad.

Por eso Guayaquil es 6 de Marzo, por eso es 5 de Junio, 28 de Mayo, 15 de Noviembre y todo un largo calendario cívico. Y conviene exaltarlo y ponerlo en la memoria de los jóvenes cada vez que resulte oportuno, para que esa herencia patrimonial no se pierda, para que fructifique de nuevas maneras, para que siga siendo la razón de nuestro sano orgullo y la urbe “grande con el esfuerzo de sus propios hijos”.