
Nuevo caso para guinness
Esta es una historia verídica, que pertenece felizmente a una generación de dirigentes que va extinguiéndose lentamente.
Rígido, implacable, algo dogmático, obsesivo y difícil de llevar a veces, Raúl Vicente Gamboa Abril es el personaje de esta historia. Un hombre que se formó como boxeador en 1962, y que a partir de 1992 se convirtió en dirigente provincial y nacional. Sin embargo, su carrera deportiva arranca en 1966 cuando aceptó el cargo de entrenador del Club Sport Emelec, por la renuncia de su hermano materno: José Rosero Abril y, aunque para muchos esto parezca un cuento, Gamboa hace poco cumplió más de medio siglo de llevar puesto el overol de entrenador, por lo que bien podría hacerse merecedor a un récord en el libro de Guinness.
Quienes lo conocen saben decir que sus actos más parecen un canto a la esperanza y a la vida que le dieron sus padres. Aquí la explicación: los jóvenes que entrenan con el maestro Gamboa conocen que un entrenador no es quien pregona o alardea dando la espalda al que menos sabe, sino quien entrega a sus alumnos los conocimientos que adquirió a través de todo el tiempo, orientándolos con paciencia y mostrando mucha sabiduría.
Durante este largo proceso deportivo, Gamboa Abril se juntó además con personas de fuera y dentro del país. Se reunió con periodistas, políticos, filósofos y hasta charlatanes pero, con todos se llevó bien porque tuvo el cuidado de darle a cada quien el espacio que se merece.
Hace poco manifestó, que el resto que le queda de vida, procurará servir al boxeo de cualquier manera. Dijo también que quería que la huella del pasado no se extinga nunca, porque hay que preservar lo que nos legaron dirigentes y entrenadores que ganaron la delantera.
La reflexión de Gamboa nos hace recordar la vieja pesadilla que vive el boxeo porteño, que habiendo tenido varios campeones latinoamericanos, hace rato le cuesta mucho poder llegar con un equipo completo a una cita internacional.