
Científicos estudian hielo en busca de claves climáticas
Los científicos analizan el hielo antiguo desde un laboratorio en Bruselas
En una pequeña sala refrigerada, en una universidad de Bruselas, científicos pertrechados de pesados abrigos cortan núcleos de hielo antártico de decenas de miles de años de antigüedad, en busca de pistas sobre el clima de nuestro planeta.
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Atrapadas dentro de los tubos de hielo hay pequeñas burbujas de aire, capaces de proporcionar una muestra de cómo era la atmósfera del planeta en esa era remota.
“Queremos saber más sobre los climas del pasado, porque podemos usarlo como una analogía de lo que puede suceder en el futuro”, expone Harry Zekollari, glaciólogo de la Vrije Universiteit Brussel (VUB).
Zekollari forma parte de un equipo de cuatro personas que viajó a la Antártida en noviembre, para encontrar algunos de los hielos más antiguos del mundo.
En la Antártida es posible encontrar hielo de millones de años, a kilómetros de profundidad.
Pero es muy difícil alcanzar esas capas, y las expediciones para perforar el hielo son costosas.
Una misión reciente, financiada por la UE y que trajo muestras de 1,2 millones de años de antigüedad, tuvo un costo total de alrededor de 11 millones de euros (casi 13 millones de dólares).
Datos satelitales y otras pistas
Para reducir costos, el equipo de la VUB y la Universidad Libre de Bruselas (ULB) utilizó datos satelitales y otras pistas, a fin de localizar las áreas donde el hielo antiguo podría ser más accesible.
Al igual que el agua de la que está hecho, el hielo fluye hacia la costa, aunque más lentamente, explica Maaike Izeboud, especialista en teledetección en la VUB.
Cuando el flujo golpea un obstáculo, como una montaña, las capas inferiores pueden verse empujadas hacia arriba, más próximas a la superficie.
En algunos lugares, sumamente inusuales, las condiciones climáticas, como los fuertes vientos, evitan la formación de una capa de nieve, lo que deja expuestas unas gruesas capas de hielo.
Llamado así por su coloración, que contrasta con la blancura del resto del continente, el hielo azul representa apenas alrededor del 1% del territorio de la Antártida.
“Las áreas de hielo azul son muy especiales”, incide Izeboud.
Su equipo se concentró en un tramo de hielo azul a 2.300 metros sobre el nivel del mar, a unos 60 kilómetros de la estación belga de investigación antártica Princesa Elisabeth.
Algunos meteoritos antiguos se habían encontrado previamente allí, un indicio de que el hielo circundante también es muy viejo, explicaron los investigadores.
Así, se estableció un campamento de contenedores y, después de algunas semanas de mediciones y perforaciones, en enero el equipo regresó con 15 núcleos de hielo de un total de unos 60 metros de largo.
Luego se enviaron desde Sudáfrica a Bélgica, adonde llegaron a fines de junio.
Dentro de un robusto edificio de cemento en la capital belga, esos cilindros de hielo se cortan ahora en trozos más pequeños para luego enviarlos a laboratorios especializados en Francia y China, para su datación.
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