Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

Empleo y mercados laborales

Una vez más caemos en la discusión bizantina, y poco ilustrada, acerca de la flexibilización laboral. Forzado por las circunstancias de la economía, el Gobierno se ve abocado a plantear el relajamiento de la camisa de fuerza que caracteriza a las relaciones laborales en el país, relaciones que por rígidas crean las condiciones para limitar el potencial de desarrollo y crecimiento, y provocan la desigualdad que distingue a la estructura económica y social del Ecuador.

El mercado laboral rígido es causante de la poca capacidad de absorción y escasa generación de empleo productivo. Es determinante de la mediocre competitividad del país. Ha empujado a más de un millón de ecuatorianos a hallar su subsistencia en el exterior, debilitando así la estructura de las familias. Es causa de los bajos sueldos y salarios en los mercados formales. Atenta contra las nuevas generaciones que son discriminadas y corren el riesgo de alienarse por causa de la frustración y creciente desesperanza. Finalmente, al circunscribir el mercado de los empleos a la mitad de la población, crea las condiciones de inequidad estructural que ningún gobierno intenta franquear.

Las estadísticas de empleo son inservibles. Miden, en el mejor de los casos, la participación laboral (más no el empleo productivo). Los porcentajes usualmente citados (4,7 %) por los voceros oficiales se refieren a si el encuestado, al preguntársele si buscó trabajo en el último mes y lo halló, responde o no en afirmativo. Aun esa pregunta rudimentaria puede conllevar una respuesta falsa dependiendo de la representatividad de la muestra estadística aplicada, de la fidelidad con que se ejecuta la encuesta, y si hay o no manipulación de los datos obtenidos. El problema de fondo es que si no se puede medir fielmente la mitad del universo observado se desconoce las condiciones del empleo formal e informal en el que los ecuatorianos bregan para ganarse la vida.

Los motivos que animan a los dirigentes sindicales son políticos, y no tienen nada que ver con el empleo. Han sido los instigadores de la postura, demandada en observancia de la “corrección” política, de que cualquier forma de flexibilización es una muestra de depredación capitalista. Con tales actitudes han demostrado ser reaccionarios disfrazados de progresistas.

El Gobierno RC no actúa por convicción, sino por necesidad luego del colapso del modelo de expansión fiscal. Ha sido necesario caer en un ciclo depresivo para aceptar que la economía siempre pasa la cuenta, y que en dolarización el ajuste se hace por la vía de la producción, del empleo y los salarios – con moneda propia el truco es imprimir moneda falsa, causar inflación y engañar a la gente.

Hasta que los economistas, o no economistas, que ocupen el poder entiendan que un mercado reprimido (a la usanza socialista en cualquier siglo) es el medio de cultivo de la segregación social, de la marginación económica y de la preservación de un país subdesarrollado, seguiremos con la necedad respecto de lo que se debe hacer para crear empleo, impulsar el consumo, alentar la inversión y crear prosperidad.

¿La fórmula? Liberar a la gente de la servidumbre económica y crear oportunidades universales.

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