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El otro Maximo Banguera: tatuajes, lonas, su barrio y la Navidad

Aquel día, Máximo Banguera se bajó de un carro que cuesta cerca de 100.000 dólares y vestía zapatos de cuatro.

Aquel día, Máximo Banguera se bajó de un carro que cuesta cerca de 100.000 dólares y vestía zapatos de cuatro.

Que el arquero Máximo Banguera que estaba loco, y lo sigue estando, es verdad. Una tarde habíamos pactado una entrevista en el estadio Monumental. Llegó en un carrazo, de esos que usan gasolina de alto octanaje y de los que ves en las películas de Rápidos y Furiosos. Llegó solo, sin que nadie lo acompañara. “¿Qué tal, socio?”, es una de sus frases de cabecera que las aplica a todos al saludar. Así empezó todo.

Todo iba bien, pero la sorpresa fue cuando se bajó de la nave. El lujo de su auto contrastaba con lo que llevaba en los pies: andaba con unos zapatos de lona color blanco, que en ese época costaban no más de cuatro dólares.

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Las lonas se las colocaba una vez por mes. Una ocasión, mientras ayudaba a un pequeño, este le pidió que le regale los zapatos, pensando que eran de alto costo, y Banguera le contestó: “Te puedo ayudar con todo, menos con estos zapatos, cuestan una fortuna”.

El exarquero del Ídolo era una caja de sorpresas, así como fue su despedida, donde en realidad se guardó muchas cosas. Él sabía, al igual que otros jugadores e hinchas, que tenía sus día contados con la nueva dirigencia.

SANTA CLAUS BANGUERA

Banguera creció en una de los barrios más populares de Guayaquil, el Cristo del Consuelo. Al golero le llegó la fama y el dinero, pero jamás se olvido de sus raíces.

En diciembre sacaba todo ese pueblo que lleva en su alma. Los parlantes a full salsa le llenan el corazón, en su barriada, pero no le gustan las fiestas sin motivo alguno. Siempre deben tener una razón de ser: “Gracias a Dios tengo trabajo, te has puesto a pensar en la gente que no tiene y anda buscando, yo me levantó y sé que tengo que ir a laborar”, dice el golero que destaca que el amor al trabajo lo aprendió de su padre.

El papá de Máximo siempre lo iba a ver al Barcelona, pero decía que el tiempo es oro y aprovechaba para vender un queso criollo ríquisimo en una camioneta blanca. El padre bien podría estar recibiendo el cariño económico del jugador, pero seguían con las ventas por amor al trabajo.

Banguera se hizo de una linda costumbre en diciembre. Le arma la fiesta a los hijos de muchos de sus conocidos del barrio Cristo del Consuelo. Les lleva juguetes, caramelos, regalos y hasta comida. Eso se ha hecho tradicional, algo que los habitantes esperan con ansias, pero este diciembre de 2019 no ha soltado prenda sobre lo que va a hacer. Su cabeza anda en lo que será su nuevo equipo. Y, seamos sinceros, procesando un cambio que jamás pensó tener, su salida del Barcelona.

LA DORMIDA

No ha querido confesar si lo hizo con el fin de salir en todos los diarios y canales del mundo. Ocurrió en 2015, todo el planeta conoció a Máximo Banguera, pero no por las grandes atajadas en un partido o porque le haya pegado a alguien o porque ya comenzaba a distanciarse de Carlos Alfaro Moreno. Nada de eso.

Escenario: estadio Monumental. Partido: Barcelona-Atlético Nacional de Colombia. Torneo: Copa Libertadores. En una jugada chocó con el delantero Jonathan Copete y se hizo el desmayado. El impacto, en realidad, no fue para tanto. Lo cierto es que se quedó dormido.

El equipo perdía 2-1 y esa actuación no fue para el Oscar, fue para la tarjeta roja.

El Ecuador se inundó de memes sobre Banguera, cuenta la historia que el golero patentó esa jugada por la vía legal.

Lo cierto es que después hasta el mismo golero repetía la acción. Una locura más de Máximo.

LOS TATUAJES

Hay un tema del que poco habla: sus tatuajes. Dice que son para él y que no le interesa mostrarle al resto, todos tienen un motivo muy personal. Lo sentimental lo marca. Literal. Tiene tatuada a su madrecita Gladys Valdivieso, que falleció en el 2014. Su fecha de nacimiento. Los labios de su hija Tifanny. Hay un tatuaje que pocos se lo conocen, y es la palabra Didier, está a un costado del estómago.

Máximo Banguera es un show dentro y fuera de la cancha. Es capaz de hacer jugadas o quedar pagando en alguna de ellas, mientras que en la calle es capaz de sacarse la ropa por darle al resto.

Esta es una historia que continuará, ahora en Quito, tal vez calzando otro par de lonas blancas. Todos estamos esperando el primer show que Máximo Banguera se mande vestido del rojo de El Nacional. Sí, el color que le gusta en Navidad.

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