Disturbios. El balneario municipal de la ‘Entrada de la 8’ estaba lleno el domingo. Pese a ello, familias treparon las rejas para ingresar por la fuerza.

“Son sintomas de una descomposicion social”

En la ciudad se multiplican los casos de irrespeto a la autoridad y a la ley. Expertos creen necesario replantear la educación.

El nuevo balneario de la ‘Entrada de la 8’ estaba lleno esa mañana. Era domingo y ellos, los turistas locales, seguían llegando. Un guardia les advertía desde dentro que ya no podían ingresar. No les importó. Como arañas, treparon la cerca, auparon a sus hijos y adentro. El vigilante no pudo hacer nada. Eran muchos.

Guayaquil se convierte en la ciudad del irrespeto. Un Día de la Mujer de hace dos años, una agente de tránsito fue golpeada por un conductor con su carro porque ella le impedía que se estacionara en una calle del centro. Lilibeth Gómez debió someterse a una operación de rodilla.

Es cotidiano hablar del irrespeto a los pasos peatonales y a los muros que se colocan en los parterres de las vías más transitadas. La gente ignora a los primeros y salta los segundos.

O, más recientemente, de los bloqueos de vías por parte de motociclistas aficionados. Ni el túnel del cerro Santa Ana se salva. Todo está en vídeo. El último ocurrió el jueves pasado.

“Son síntomas de una descomposición social”, sentencia el presidente de la Asociación Ecuatoriana de Psicólogos, Jorge Luis Escobar. “La autoridad no puso una línea divisoria para marcar respeto y estas son las consecuencias”, sostiene.

Pasó en la parroquia Posorja, en octubre. Un país estupefacto observaba el linchamiento de tres personas que habían sido señaladas como supuestos secuestradores. No era cierto, pero ellos hoy están muertos. “Es que ya la autoridad no es vista como tal, y la actitud delincuencial genera réplicas”, analiza.

Para el sociólogo y catedrático universitario David Chávez, el espectro merece un análisis mucho más profundo: uno que tiene sus bases en el Estado y la imagen de este en la sociedad, que no solo es Guayaquil, sino todo el Ecuador.

“Hay cambios importantes en el estado de ánimo en general de la sociedad, ligado a una especie de deconstrucción del orden. Vivimos un sistema social disfuncional”, opina y delega la responsabilidad a las diferentes transformaciones políticas que atraviesa el país. “Hemos pasado a un periodo en el que la precariedad y la ausencia del orden político son cada vez más notorios. Y la sociedad refleja eso”.

Coincide con él, Pedro Moncada, legista y catedrático de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Guayaquil. “Las pugnas de poder de las élites políticas han echado de lado las políticas públicas y han causado una enorme desigualdad. La no incorporación de las multitudes en proyectos sociales provoca estas lamentables actitudes de sublevación en la comunidad. Son una reacción a la exclusión. No se sienten parte de nada”, explica.

Para Chávez, la imagen del Estado incide en la forma en que se ha deconstruido el sentido de autoridad. Situaciones como las de Ibarra en días pasados, donde decenas de ecuatorianos atacaron a venezolanos después del femicidio en la vía pública que protagonizó un migrante de ese país, dan cuenta de que hay una sensación de que nada funciona en el orden político establecido.

Estos hechos no son exclusivos de zonas marginales. En diciembre pasado, un camión de una empresa de bebidas se volcó en la avenida León Febres Cordero, cerca de la urbanización Volare, en La Aurora. Lejos de ayudar o mantenerse al margen, moradores del lugar y personas que iban en sus carros, procedieron a llevarse los productos, como si el accidente diera luz verde al hurto.

¿Qué hace falta? Fernando Mancero, activista, investigador, presidente de la Fundación Bienvenido Guayaquil y miembro del Comité Cívico Pro Centro, es claro: “Hay que volver a la disciplina y al imperio de la ley, hay que recuperar el respeto a la autoridad. Durante los últimos tiempos fue discrecional la aplicación de la ley y aquí están las consecuencias. Las autoridades deben actuar con firmeza”.

Pero el sociólogo Chávez cree errado el concepto del ‘necesitamos mano dura’. Apuesta, más bien, por la inclusión, porque “sentirse incluidos es importante para construir un bienestar colectivo”. De lo contrario, “tendremos pobres y no tan pobres en contra de otros pobres”.

Para el psicólogo Jorge Luis Escobar, no es válida la excusa de la inequidad social, porque para él la pobreza no hace más delincuentes. El reto, dice, está en recuperar los valores intrínsecos, la esencia del ser humano. Lo contrario terminará por llevarnos al abismo. “La única manera de hallar una salida es reeducándonos para poder educar a las nuevas generaciones”.