Justicia indigena
Hace varias semanas una amiga y su familia fueron a Montañita para cenar. Eran aproximadamente las seis de la tarde; cenaron, fueron a la farmacia y pasearon un rato viendo pulseras y collares. A las siete de la noche se dirigieron al parqueo en la calle principal del pueblo. Un señor se les pone enfrente y demanda que le entreguen el celular, porque ella se lo había robado. Se dio cuenta de que era un asalto. Junto a su familia se fueron hacia el ‘cyber’ de la calle principal para pedir auxilio. En el interior del local estaba un padre con su hijo atendiendo. El ladrón seguía gritando que le entregue el celular, que era suyo. El padre e hijo del ‘cyber’ empezaron a empujarlas hasta sacarlas del local. Ellas les rogaban que no lo hicieran. El dueño del cyber las empujó -se cayeron- hasta sacarlas, cerrando la puerta de metal. De repente ya no era un solo ladrón sino cuatro. Uno tenía a las menores contra la puerta de metal tratando de quitarles los celulares que ellas también llevaban. Mi amiga logró jalarlas y se pasaron a un restaurante chino de al lado. Trataron de entrar pero el dueño del ‘cyber’ le gritó a la dueña del chifa que cerrara la puerta de metal. No les quedó otra opción que sentarse en las sillas del restaurante, con los hombres acorralándolas. La señora del chifa insistía en que se fueran, sin que nadie, ni la comunidad, ni los turistas las ayudaran. Las menores lloraban y la señora gritaba: ladrones. Ella les insistía a los ladrones que llamen a la policía para que verifiquen si el teléfono que él decía que era suyo, así lo era. Por supuesto ni un policía apareció. Uno de ellos se acercó al que le gritaba a mi amiga, diciendo que había encontrado su celular y que ella no se lo había robado. Ella se paró, agarró a las menores y le tiró una silla de plástico al ladrón para que se abra; la china le gritó que le pague su silla porque se la había roto; se la pagó. Vino otro más a impedir que se vayan. Le dijo que no las tocara y se fueron. Moraleja: visitar Montañita es un peligro porque la comunidad ha perdido el control. Los comuneros no solo deben pensar en ganar dinero, sino en resguardar su territorio ancestral y hacerlo respetar. Es muy importante que las comunas aprendan sobre la justicia indígena y la apliquen, siendo esta la única ley que es respetada.