Sesión del Consejo de Participación Ciudadan. Preside Christian Cruz.
Cruz. El presidente del CPCCS lee un documento sin dificultad.EXPRESO

Instantáneas coronavíricas: Unos llegan, otros no quieren irse

Christian Cruz se aferra a la presidencia del CPCCS con el 19 por ciento de sus capacidades. María Alejandra Muñoz se posesiona como vicepresidenta de la República y repite sermón

CPCCS, cuna de la discapacidad

“Aquí jamás prevalecerá la verdad antes de la mentira”, dijo el presidente del Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS), Christian Cruz, en la delirante sesión que celebró ese organismo el miércoles por la noche. Y así fue. Fiel a su lapsus, el funcionario se batió hasta las últimas consecuencias contra la verdad documentada. Durante seis horas y más permaneció sentado frente a la pantallita, sin lentes ni audífonos de ningún tipo, tratando de convencer a quien quisiera creerle que la suya es una discapacidad visual y auditiva del 81 por ciento. “Aquí jamás prevalecerá la verdad antes de la mentira -dijo-, y eso es una acción universal, no solamente lo digo yo, lo dice la Biblia, lo dice la historia y lo dicen los grandes hombres”. Eso es romper lanzas por la causa. Viva la mentira.

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La condición de Cruz (no por su discapacidad, real o figurada, sino por su posición política) es terminal e insostenible: la mayoría de los ecuatorianos quiere que el organismo que él preside desaparezca, y casi todos los integrantes del organismo en cuestión quieren que desaparezca él. Cinco de siete, para ser exactos. El miércoles, una de ellas, María Fernanda Rivadeneira, mocionó su destitución del cargo y ganó por goleada. Presentó una montaña de documentos para demostrar que el carné de discapacidad del presidente fue obtenido con fraude: que el trámite le tomó apenas un día; que no asistió a las revisiones médicas ni a los procesos de recalificación del Conadis; que adulteró, por tanto, los certificados; que no existe constancia médica del famoso “golpe en la cabeza” al que atribuye Cruz su discapacidad supuesta... Vaya historia: un golpe en la cabeza lo deja casi ciego y luego gana un campeonato mundial de taekwondo. ¿Pelearía con o sin anteojos?

“Con dignidad, Christian Cruz, con dignidad. Compórtese. Esa probidad notoria que ya no tiene, por supuesto, pero con dignidad”, retó confusamente la consejera Rivadeneira. “El respeto que ha existido en el Consejo, la tolerancia, hoy no puede soportar a través del papel”, respondió Cruz con retorcido anacoluto. El CPCCS es el epicentro mundial de la discapacidad verbal y expresiva. Del 81 por ciento y más.

Qué no hizo Christian Cruz para mantenerse aferrado a su sillón. Quienes solicitaban la palabra para hablar en su contra, no la obtenían. Quienes la obtenían, se quedaban gesticulando en el aire, ante micrófonos desconectados. La presidencia fue apelada y a él le dio lo mismo. La moción de su destitución ganó por amplia mayoría y él siguió ahí sentado, dirigiendo la sesión, exigiendo pruebas. “Yo renuncio cuando ustedes demuestren, señoras consejeras… Usted, consejera Rivadeneira, que destila veneno permanentemente, debe demostrar con acciones”.

“Apelé a su presidencia”, escribió con grandes trazos de marcador negro la consejera Ibeth Estupiñán, y se cansó de mantener el mensaje delante de la cámara. Parece que ahí sí le funcionó la ceguera al presidente. Finalmente, cuando más encendido estaba el debate, interrumpió Cruz la argumentación de Sofía Almeida, declaró un receso de diez minutos, cortó el audio y se fue para nunca más volver. Quizá no halló el camino de vuelta.

María Alejandra Muñoz y su esposo llegan a la ceremonia de investidura vicepresidencial.
Vicepresidenta. Su discurso de investidura mantuvo el mismo espíritu de sus palabras ante la parroquia.Angelo Chamba

Muñoz, su entorno, sus homilías

No parece una coincidencia que la primera polémica que protagonizara la vicepresidenta María Alejandra Muñoz, luego de su elección por la Asamblea, fuera de tipo religioso. El video de su discurso dominical en la iglesia de su comunidad, difundido en las redes sociales por un feligrés que reivindicaba el origen divino de toda autoridad política, fastidió a mucha gente. Hubo protestas en nombre del Estado laico. Respondieron los católicos que la señora Muñoz tiene derecho a profesar una religión y a tomar la palabra en su parroquia. Y sí, lo tiene. No hay reproche. Nomás vale la pena recordar que lo del video no fue una oración, fue un discurso; y que ella lo pronunció no en su condición de oveja, sino de vicepresidenta electa. Y cuando una vicepresidenta, en una iglesia o donde fuera, habla de quien le confió la misión (“El que da la misión también da la gracia”, dijo), cabe suponer que está hablando, en su caso, de la Asamblea Nacional.

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El episodio del discurso dominical, que Twitter olvidó al tercer día, sirvió para algo: para conocer el entorno inmediato de la vicepresidenta. Y eso no deja de tener su utilidad pública. Desde fanáticos con una visión providencialista de la historia, según la cual la legitimación del poder político proviene de Dios (así parece creerlo también ella), hasta radicales militantes antiaborto pasando por Fabricio Correa… Los fieles de la comunidad de María Alejandra Muñoz que en las redes sociales la tratan como amiga son una tribu interesante. Por supuesto que ella tiene derecho a relacionarse con quien quiera dentro de la ley, aquí tampoco hay reproche. Nomás es interesante saberlo.

Sobre todo después de su discurso de investidura. Porque su corta intervención del miércoles en la Asamblea (siete minutos escasos), mantuvo en tono y en forma, rigurosamente, la misma línea ya desplegada el domingo anterior en la parroquia: “En la vida -dijo- no hay desperdicio. Este momento, después del sufrimiento que hemos vivido y de lo que seguimos viviendo, nos llama a la reflexión de que debemos hacer una pausa. Es tiempo de serenidad, es tiempo de prudencia, es tiempo de paciencia, solo así mantendremos la esperanza. Es tiempo de servir con mucha paz. Es tiempo de testimonio de vida…”. ¿Cómo aterrizan estas palabras en la realidad de un país en crisis? Serenidad, prudencia, servicio con paz, testimonio de vida… No se puede interpretar este mensaje por fuera del concepto de que “el que da la misión da también la gracia”. Es como si la consolación espiritual fuera la nueva política pública del Gobierno. ¿Qué podemos esperar los ciudadanos (y ahora sí: los ciudadanos de un Estado laico) de la nueva vicepresidenta?