Comunidad. Musulmanes durante una protesta cerca de la embajada de Myanmar en Yakarta, Indonesia, organizada por grupos islamistas en rechazo al trato a la minoría rohinyá.

Heroes y villanos, Nobeles de la paz que hicieron la guerra

Algunos de los ganadores del premio iniciaron guerras o contribuyeron a su escalada, entre ellos Arafat, Gorbachov, Obama y hasta la madre Teresa de Calcuta.

La líder de Myanmar, Aung San Suu Kyi, es la última en una larga lista de premios Nobel de la Paz que decepcionó a muchos de los que alguna vez los aplaudieron, y probablemente no será la última, una historia que merece la pena recordar ahora que se conocerá la próxima semana al ganador de 2017.

Suu Kyi se enfrenta a una ola de críticas internacionales, incluidas las del también Nobel de la Paz Desmond Tutu, por no hacer más para detener lo que la ONU ha calificado como asesinatos, violaciones e incendio de aldeas en el estado de Rakáin. La violencia desplegada por el Ejército obligó a la huida de 480.000 musulmanes rohinyá a la vecina Bangladés.

La situación es un giro radical en comparación con 1991, cuando el Comité Noruego del Nobel la galardonó y alabó su “lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos”. Una vez recibido, el premio no puede ser retirado.

La llamada “Dama de Rangún” fue premiada por su resistencia frente a la junta militar que dirigía Birmania.

Los galardonados han recibido críticas muchas veces en el pasado”, dijo el profesor Geir Lundestad, que fue secretario del Comité Noruego del Nobel desde 1990 a 2014.

Lundestad sostuvo que el premio sigue siendo una fuerza en pro del bien, pese a que algunos ganadores incumplan luego sus ideales: “Aung San Suu Kyi fue una portavoz muy importante de los derechos humanos en Birmania y gran parte de Asia. Eso no se le puede negar”, declaró.

Los premios fueron creados por Alfred Nobel, el inventor de la dinamita y cuya fortuna provino en parte de la fabricación y venta de armas. El Nobel de la Paz, que entrega 9 millones de coronas suecas (1,1 millones de dólares), será anunciado el 6 de octubre y puede recaer en uno o más individuos u organizaciones.

No obstante, algunos de los ganadores iniciaron guerras o contribuyeron a su escalada tras recibirlo.

El israelí Menachem Begin ordenó la invasión de Líbano en 1982, cuatro años después de compartir el Nobel con el egipcio Anwar Sadat por el acuerdo de paz de Camp David. Sadat fue asesinado por un oficial islamista en 1981.

El líder palestino Yassir Arafat compartió el premio en 1994 con los israelíes Yitzhak Rabin y Shimon Peres por los acuerdos de Oslo, que no lograron un pacto duradero para el conflicto árabe-israelí. Rabin fue asesinado por un ultraderechista en 1995 y Peres dejó su cargó tras unas elecciones ocho meses más tarde. Arafat dirigió a los palestinos durante la segunda intifada, un violento levantamiento contra la ocupación israelí.

El líder soviético Mijaí Gorbachov, que obtuvo el premio en 1990 por su papel en el final pacífico de la Guerra Fría, envió tanques en 1991 a los países bálticos, aunque luego les dejó independizarse.

El secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, compartió el galardón de 1973 con el norvietnamita Le Duc Tho, por lo que acabaron siendo intentos fallidos de poner fin a la Guerra de Vietnam. Tho declinó el honor, el único que lo ha hecho, acusando a Washington de violar la tregua. El conflicto acabó en 1975 con la caída de Saigón a manos del Norte.

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ganó en 2009, pocos meses después de asumir el cargo, incluso él mostró su sorpresa. Cuando llegó a Oslo para recoger el premio a fines de ese año, ya había ordenado triplicar el número de tropas en Afganistán.

Otros fueron blanco de acusaciones más graves, como el exlíder histórico del sindicato polaco Solidaridad, Lech Walesa. El premio Nobel de la Paz de 1983 es objeto de denuncias persistentes sobre su supuesta colaboración con los servicios secretos comunistas. Walesa, que niega esas acusaciones, amenazó en 2009 con abandonar Polonia y devolver el premio.

Hasta los santos son criticados. La Madre Teresa, Nobel de la Paz de 1979 y canonizada por el papa Francisco el año pasado, fue acusada en 1994 por la revista médica británica The Lancet de no facilitar diagnósticos ni analgésicos potentes a pacientes moribundos en su hospicio de Calcuta.

El riesgo de decepción aumenta con la elección de ganadores por la esperanza que representan o por un logro reciente, más que por la totalidad de su carrera, dijo Asle Sveen, historiador del Premio Nobel de la Paz.

“Siempre es un riesgo cuando promocionan a alguien, porque se implican en política. Y no pueden predecir qué va a ocurrir en el futuro”, afirmó Sveen. “Eso es lo que hace diferente al Premio Nobel de la Paz frente a otros premios de la paz. De otra forma, solo recibirían el premio personas muy viejas justo antes de morir”.

Entre los favoritos de este año están los participantes en el acuerdo nuclear con Irán en 2015, como el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, la jefa de Política Exterior de la Unión Europea, Federica Mogherini, y el exsecretario de Estado estadounidense, John Kerry.

Otros posibles aspirantes son el papa Francisco, los equipos de rescate de los “Cascos Blancos” en Siria y la agencia para los refugiados de la ONU ACNUR y su alto comisionado, Filippo Grandi. El ACNUR ya lo ha ganado dos veces.

En Literatura, buscan dar la vuelta al episodio de Dylan

La temporada Nobel 2017 comienza mañana en Estocolmo con todas las miradas puestas en el premio de Literatura tras el “episodio” Bob Dylan del año pasado y en el de la Paz.

A menos que se anuncien cambios, como el año pasado, el jueves 5 de octubre se conocerá al nuevo laureado de las letras.

Como no existe una lista pública de nominados ni declaraciones que permitan adivinar las intenciones de la Academia Sueca, los ganadores se enteran a minutos del anuncio formal. Pero cada año vuelven los nombres de Don DeLillo (Estados Unidos) y Margaret Atwood (Canadá), Adonis (Francia/Líbano/Siria), Haruki Murakami (Japón) y Ngugi Wa Thiong’o (Kenia). Este último es autor de novelas insignes como Un grano de trigo (1967) y El diablo en la cruz (1980).

Se puede agregar Amoz Oz y David Grossmann (Israel), claudio Magris (Italia), Ismael Kadaré (Albania) y Michel Houellebecq (Francia).

Una cosa parece segura, según los cenáculos literarios en Estocolmo: la Academia sueca hará una elección consensual, clásica, para no decir conservadora, luego de sorprender en 2016 premiando al cantante Bod Dylan.

“Lo que sucedió el año pasado era realmente particular. Creo que este año tendremos un novelista o un ensayista (...), orginario de Europa. Exactamente lo contrario de Bod Dylan”, pronosticó Björn Wiman, director de las páginas culturales del periódico de referencia Dagens Nyheter.

El protugués Antonio Lobo Antunes y el albanés Ismail Kadaré tienen serias chances, según Wiman.