Mas guerra que paz

“Sólo los muertos han visto el fin de la guerra”. La máxima de George Santayana parece tan apropiada ahora que el mundo árabe, desde Siria e Irak hasta Yemen y Libia, es una caldera de violencia; en que Afganistán está trabado en un combate con los talibanes; en que zonas de África central viven una competencia sangrienta -muchas veces de tipo étnica y religiosa- por los recursos minerales. Hasta la tranquilidad de Europa está en riesgo -prueba de ello es el conflicto separatista en el este de Ucrania, que antes del alto el fuego actual había cobrado más de 6.000 vidas.

No hace mucho tiempo, la tendencia era hacia la paz, no hacia la guerra. En 1989, con el colapso del comunismo, Francis Fukuyama anunció “el fin de la historia”, y dos años más tarde el presidente George W. Bush celebraba “un nuevo orden mundial” de cooperación entre las potencias. Lamentablemente, la tendencia ahora es hacia arriba. La explicación reside en el mundo musulmán, desde el norte de Nigeria hasta Afganistán y más allá. Desde que estalló la guerra civil de Siria en 2011, la cantidad de muertes ha superado las 250.000, y la mitad de la población ha sido desplazada, lo que causó una ola de refugiados a los países vecinos y la Unión Europea. De hecho, la contienda siria por sí sola ha bastado para cambiar el gráfico del conflicto -y la trayectoria ascendente se vuelve aún más pronunciada con las muertes en Irak, Yemen y Libia.

Los que clamaron la Primavera Árabe hace cinco años ahora deben reconocer que sus retoños murieron rápido. Solo Túnez tiene credenciales democráticas razonables, mientras que Libia, Yemen y Siria se sumaron a Somalia en la categoría de Estados fallidos, y Egipto, el país más poblado del mundo árabe, se ha convertido en una autocracia que raya con la dictadura. Pero, ¿cuándo la tendencia volverá a revertirse -si es que esto sucede alguna vez? Gracias esencialmente a organismos multilaterales como las NN. UU., los Estados rara vez entran en guerra con otros (la breve guerra de Rusia con Georgia en 2008 es la excepción que confirma la regla). Las guerras ahora son entre Estados y actores que no son Estados, o son guerras civiles o batallas indirectas del tipo de la Guerra Fría. Más allá de cuáles sean las diversas, y superpuestas, causas del conflicto -ideología, religión, etnicidad, competencia por recursos-, el general prusiano Carl von Clausewitz hace dos siglos dio la respuesta más sucinta a la pregunta de por qué recurrimos a la violencia: “La guerra es un acto de fuerza que intenta obligar al enemigo a someterse a nuestra voluntad”.

Si queremos que la paz regrese, el mensaje islamista que resulta tan atractivo para los 1.300 millones de musulmanes en el mundo, debe cambiar. Mientras tanto, el gráfico de las muertes como consecuencia del conflicto seguirá arrojando una curva ascendente, burlándose de los diplomáticos, los conciliadores y las pretensiones del mundo de humanidad y civilización.

Project Syndicate