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Guayaquil y Medardo

Lucien Goldmann en sus obras de Sociología de la Literatura, destacó que “todo texto tiene un contexto”, que hay que identificar y describir para entender la producción de la obra literaria y la cultura. Y resalta la articulación entre la vida social y el hecho literario basada en definición de las “estructuras mentales” antes que en la coincidencia de espacios y contenidos. Medardo desarrolló su actividad literaria y periodística en la ciudad-puerto de Guayaquil en la segunda década del siglo XX, cuando se iniciaba la crisis del II ‘boom’ cacaotero, secuela de la I Guerra Mundial y consecuencias a nivel mundial. El espacio portuario se acrecentó por la agroexportación y la apertura del canal de Panamá (1914), que incrementaron el “cosmopolitismo” afrancesado, el periodismo como una forma de información y comunicación, y el arte y cultura traídos por las compañías extranjeras, que hacían escala en una urbe libre de epidemias. Pero inoculaban pesimismo, el fracaso del liberalismo radical, la derrota de Concha y las demandas del proletariado urbano.

Medardo, como un ser histórico, estuvo condicionado por su entorno urbano y la contradictoria mentalidad de la “modernidad tardía”: las primeras décadas del siglo XX se caracterizaron por la reconstrucción del centro de la ciudad luego del Gran incendio de 1896, y las posteriores afectaciones de los flagelos de 1901 y 1902, al sur y al norte de la avenida Olmedo, zonas no destruidas anteriormente, siguiendo patrones urbanísticos parisinos; las medidas políticas, sociales y económicas impulsadas por la Revolución Liberal no trastocaron la arcaica estructura social ni la discriminación étnica; y las acciones urbanísticas emprendidas en el marco de la conmemoración del centenario de la Independencia, como la ejecución del saneamiento ambiental realizado por la empresa J. G. White a partir de 1914 y otras obras, delinearon acciones que marcaron el primer momento de evolución de la estructura urbana del siglo pasado, como también la mentalidad colectiva que transitaba de la euforia del auge al pesimismo ante un futuro próximo incierto, que marcará la producción literaria.