
Guayaquil crece entre muros
Hoy por hoy, cerca de 141.000 guayaquileños viven en urbanizaciones privadas sobre estas dos vías y otras cuatro; la vía a La Aurora, la vía a Salitre, la vía a Daule y la ya mencionada Narcisa de Jesús.
En Metrópolis 2, todas las casas se parecen. Parcela tras parcela de villitas blancas con diminutos patios delanteros. Los vecinos se saludan y, en las tardes, chiquillos juegan sobre la calle, protegidos bajo la sombra de brillantes letreros amarillos: ‘baje la velocidad, niños jugando’.
Afuera del amurallado ingreso a la urbanización, en cambio, el sonoro pito de los cláxones marca la ruta. Autos, buses, trailers; 5.000 vehículos solamente durante las horas pico. No hay por qué parar, pues no hay ni parques, ni plazas, ni negocios, solo kilómetros de carretera.
No obstante, este microcosmos donde la vida continúa ininterrumpida por las vicisitudes del mundo exterior, no es la excepción sino la regla; así se expande Guayaquil.
Las primeras ciudadelas cerradas se asentaron a fines de los años ochenta en la ciudadela Puerto Azul, de la vía a la costa y en San Isidro y Biblos, sobre la vía a Samborondón. Pero en aquel entonces, eran un fenómeno aislado.
Hoy por hoy, cerca de 141.000 guayaquileños viven en urbanizaciones privadas sobre estas dos vías y otras cuatro; la vía a La Aurora, la vía a Salitre, la vía a Daule y la ya mencionada Narcisa de Jesús.
El éxodo desde el Puerto Principal tomó fuerza a partir del 2005 y respondió a una serie de factores, entre ellos el alza en el índice de delitos al interior del casco urbano y la edificación de villas a precios accesibles con facilidades de pago.
Pero el sistema, que también se ha popularizado en otros países del continente y en Estados Unidos, tiene entre sus detractores a urbanistas, arquitectos e incluso sociólogos.
“El formato actual en el que Guayaquil se expande es insostenible. Se está depredando con viviendas en zonas productivas que pueden servir a largo plazo y se expande la huella ambiental”, afirmó el urbanista Carlos Fierro.
Para el arquitecto David Hidalgo, en cambio, este modelo ha afectado y frenado el desarrollo del Puerto Principal.
“Se fomenta un orden urbano segregacionista... Esto solo ha logrado que Guayaquil y sus barrios más emblemáticos pierdan valor para la ciudadanía, además ha creado en la mente de la mayoría de los jóvenes que habitan ahí una realidad de “burbuja” que alimenta la histórica falta de cohesión social que tiene Guayaquil, que en este siglo todavía es una de las principales causas del subdesarrollo de la urbe porteña”.
La falta de espacios públicos con las que se conciben estas zonas de expansión también preocupa a este experto en regeneración urbana, quien indica que así se pierden las conexiones entre residentes y la concepción de ciudad.
Sin embargo, los expertos también concuerdan con que sin regulaciones para frenar este formato de construcción, la curva de crecimiento es imparable. “Las inmobiliarias, y hasta el propio Municipio de Guayaquil, que tiene Mucho Lote 2, tienen claro que este es un sistema que funciona. Casas económicas, cercadas, en zonas de expansión donde los precios de los terrenos son inferiores”, asevera el ingeniero civil Daniel Cevallos.