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Festejo. Al grito de “¡Uno menos!” la bancada correísta celebra el resultado del juicio político, primer paso hacia la recuperación del aparato de justicia.
Festejo. Al grito de “¡Uno menos!” la bancada correísta celebra el resultado del juicio político, primer paso hacia la recuperación del aparato de justicia.Cortesía Asamblea Nacional

Gobierno, PSC y correístas, juntos otra vez contra Fausto Murillo

Repentino cambio del Gobierno.. Entre censurar a quien creían inocente y echar a perder su alianza con RC y PSC, eligieron lo primero.

El pacto goza de buena salud. En el juicio político contra el vocal del Consejo de la Judicatura Fausto Murillo, el oficialismo cambió de postura a último minuto y decidió apoyar el voto de censura y destitución propuesto por sus aliados, correístas y socialcristianos, a pesar de haber anunciado lo contrario apenas la víspera. 

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En retribución, el Gobierno obtuvo la posibilidad de alzarse con un puesto en la Judicatura, organismo que tiene en sus manos la inminente organización del concurso para elegir diez nuevos jueces para la Corte Nacional (que permanecerán nueve años en sus cargos), 14 conjueces y un banco de elegibles para los próximos seis años.

El botín bien vale la cabeza de un funcionario al que consideraban inocente. En su afán, el Gobierno no se preocupó por disimular siquiera.

A los 94 votos que suman las tres bancadas aliadas se añadieron los de un puñado de legisladores independientes y un alterno de Construye, inmediatamente expulsado por su indisciplina, para un gran total de 102 asambleístas a favor de la censura y destitución.

Sin embargo, la noche anterior no los tenían. La presidenta encargada de la Asamblea, la correísta Viviana Veloz, había optado por suspender la sesión tras una jornada entera de juicio político para evitar el bochorno de someter a votación la moción de censura y no alcanzar los 92 votos necesarios. 

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Tan seguro parecía el voto del oficialismo contra la censura, que el correísmo llegó a hablar oficialmente del fin de su alianza y el mismo expresidente prófugo Rafael Correa acusó al Gobierno, mediante un video publicado en sus redes sociales, de haber recibido las presiones de la Embajada de Estados Unidos para proteger a Murillo.

La acusación no era descabellada. Durante el tiempo en que Fausto Murillo se desempeñó como presidente del Consejo de la Judicatura, trabó muy buenas relaciones con Estados Unidos

En colaboración con la Embajada de ese país, ejecutó al menos dos proyectos claves: la unidad especializada de delitos contra la corrupción y la fijación de protocolos para la destrucción de droga incautada. El apoyo de la Embajada era uno de los pesos que inclinaban la balanza del Gobierno a favor de Murillo.

¿Qué cambió? Una jugada maestra del viceministro de Gobierno Esteban Torres movió el tablero. Su función de negociador en la Asamblea debería orientarse, se supone, a conseguir consensos en favor de las posturas del gobierno entre los bloques aliados. En esta ocasión, como perfecto doble agente, obtuvo exactamente lo contrario: arrastró al Gobierno hacia la agenda socialcristiana.

Para lograrlo, el viceministro de Gobierno y su partido sacrificaron un alfil socialcristiano: la vocal alterna de Fausto Murillo, Elsy Celi, que se preparaba para sustituirlo. 

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Es verdad que ella no es una afiliada socialcristiana y que, en las últimas horas, el propio partido ha negado todo vínculo; sin embargo, en aquella negociación de octubre de 2018, fue por pedido del socialcristianismo que se la incluyó como segunda en la terna encabezada por Murillo para representar al Legislativo en el Consejo de la Judicatura. 

Su renuncia, la noche del jueves, fue decisiva para el cambio de postura del Gobierno. Al respecto se tejen varias teorías: que Daniel Noboa no quería esa ficha socialcristiana en la Judicatura; que se le ofreció, a cambio, colocar la suya propia, ahora que la Asamblea tiene que elaborar otra terna para sustituir tanto a Morillo como a Celi; hasta se mencionan antipatías personales del presidente de la República con ella, por su supuesta cercanía con la familia de su exesposa, con quien tuvo un divorcio sonado y tormentoso. Lo cierto es que con Celi fuera del mapa, el gobierno accedió a censurar a Murillo. Más aún: lo hizo gustoso. Su alianza quedó a salvo.

“La noche del jueves, luego de conocer la renuncia de Celi, me acosté sabiendo que sería destituido al día siguiente”, admitió Fausto Murillo a Diario EXPRESO. El ahora exvocal de la Judicatura estaba al tanto del febril movimiento de negociadores de esa noche, de una reunión que mantuvo el asambleísta acusador, el socialcristiano Carlos Vera, con varios interesados en el Hotel Quito, de los primeros intentos por conformar una terna... 

Al día siguiente, sus sospechas se confirmaron al pie de la letra. “¡Uno menos!”, gritaban los correístas entusiasmados cuando se anunció el resultado de la votación. La caída de Murillo es su primer paso en el proceso de recuperación del sistema de Justicia. Próximo objetivo: la fiscal.

Dos en el mismo saco

Fausto Murillo es el único vocal de la Judicatura de su período que no tiene cuentas pendientes con la Justicia y, sin embargo, el único al que correístas y socialcristianos le declararon la guerra

Para hacer más vendible su juicio político, lo colocaron junto a Juan José Morillo, vocal de la Judicatura involucrado en un turbio asunto de tráfico de influencias documentado en un audio.

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