Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

El petroleo y los refugiados

La actual caída de precios del petróleo beneficiará a unos pocos. El problema no son las inevitables turbulencias en los mercados financieros globales o el colapso de la producción de petróleo de esquisto en EE. UU. y sus consecuencias para la independencia energética. El verdadero riesgo está en los países que dependen en gran medida del petróleo. Como en la vieja Unión Soviética, la posibilidad de desintegración social es inmensa.

África subsahariana será un epicentro del derrumbe del petróleo. Para Nigeria, la mayor economía de la región, puede ser devastador. La producción de petróleo está en baja y se prevé un enorme aumento del desempleo. Los inversores ya están reconsiderando compromisos financieros por miles de millones de dólares. Hace apenas un año, Angola (segundo mayor productor de petróleo de África) era la niña mimada de los inversores internacionales. Los trabajadores extranjeros que poblaban torres de oficinas y barrios residenciales elegantes de Luanda se quejaban de vivir en la ciudad más cara del mundo. Hoy su economía está en crisis. Las empresas de construcción no pueden pagarles a sus empleados. El Gobierno no tiene dinero y está eliminando subsidios de los que dependen muchos angoleños. Esto estimula el malestar popular y la sensación de que el auge petrolero solo enriqueció a las élites. Los jóvenes reclaman un cambio político a un presidente que gobierna desde 1979, y el Gobierno se lanzó a reprimir el disenso. Del otro lado, Kenia y Uganda ven evaporarse sus esperanzas de convertirse en exportadores de petróleo. Mientras los precios sigan deprimidos, los nuevos yacimientos descubiertos seguirán sin explotarse. Pero igual habrá que devolver el dinero que se pidió prestado para invertir en infraestructuras, aunque los ingresos petroleros que se habían reservado para eso nunca se materialicen. La financiación de programas sociales en ambos países ya está en dificultades.

El panorama en el norte de África es igualmente aciago. Hace dos años, Egipto creyó que el descubrimiento de grandes yacimientos marinos de gas natural permitiría desactivar la peligrosa bomba de la juventud que hizo estallar la Primavera Árabe en 2011. Eso se acabó. Arabia Saudita, que lleva años transfiriendo dinero al Gobierno egipcio, ahora enfrenta angustias económicas propias y está pensando corta la ayuda. Libia está lista para explotar, compitiendo por los menguantes ingresos petroleros del país. Hay escasez de alimentos y medicamentos. Estos países también son muy dependientes de las importaciones. Conforme los ingresos se agoten y los tipos de cambio se derrumben, el costo de vida se irá por las nubes y agravará las tensiones sociales y políticas. Europa ya tiene problemas para hacer lugar a los refugiados de Medio Oriente y Afganistán. Nigeria, Egipto, Angola y Kenia están entre los países más poblados de África. ¿Qué sucedería si comienzan a migrar todos juntos hacia el norte?

Project Syndicate