Desatino

La Real Academia de la Lengua Española define el educar como: “Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.”. Como puede observarse, en la descripción se nos habla de un acto absolutamente humano, un encuentro de padres, profesores y alumnos para poder desarrollar las potencialidades de estos últimos, enseñándoles a manejar su pensamiento, su inteligencia.

Nada más opuesto a un acto humano, a un encuentro personal en que se transfieren ideas, conceptos, principios y ejemplos, que un proceso de automatización robótico, frío, que aun en aras de los mejores avances de las tecnologías, no justifica ni sustituye el encuentro personal.

Decimos todo esto porque aparentemente a alguna autoridad del nivel central del Ministerio de Educación, se le ocurrió que para la entrega de libretas de los alumnos de la educación pública bastaría con que los padres de familia concurriesen a un ‘cyber’ cualquiera, para que desde ahí accedan a las notas e impriman sus libretas, dando de esta forma por finalizado el año lectivo.

La educación, que es un acto humano por naturaleza, se resiste a ser maltratada por la fría programación, por el proceso tecnológico y reclama para sí esa reunión personal en la que el padre de familia sea informado más allá de la nota, sobre su hijo, y sus actitudes o aptitudes en el ámbito escolar.

Por todo esto decimos que debemos tener mesura en cuanto a los límites de la automatización, pues si bien esta facilita y ayuda como herramienta al hecho educativo, no es menos cierto que no debe jamás sustituirlo ni suplantarlo; nada más enriquecedor que un diálogo profesor - padre de familia sobre el alumno, para poder alcanzar a vislumbrar cuál la personalidad, cuál las características que agracian la persona de ese ser en formación. Aun las malas nuevas y el conocimiento de errores o faltas adquieren otra dimensión cuando se las dice cara a cara y no simplemente a través de una fría página impresa que resume letras y números.

No repitamos, ¡por favor!, este desatino.

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