Y si los democratas eligen mal

La cantidad inusualmente alta de precandidatos demócratas (25 en el último recuento) para enfrentar al presidente estadounidense Donald Trump en 2020 llevó a un inicio de contienda complicado. La nómina se reducirá conforme se endurezcan las condiciones para participar en los debates del partido (en especial en septiembre) y algunos se queden sin dinero. Unos saben que no tienen chances reales de ganar, pero esperan que adquirir notoriedad les valga un puesto en el gabinete, contratos editoriales más jugosos o mejores honorarios por conferencias.

La mayoría de analistas políticos experimentados dan por sentado que los demócratas pueden derrotar a Trump, a menos que se corran demasiado hacia la izquierda y desencanten a los que antes apoyaron a Barack Obama y después a Trump, incluidos los operarios fabriles y habitantes suburbanos que decidieron la elección de 2016. En los dos debates que ya hubo, por momentos era fácil imaginarse a Trump sonriendo.

Y ahora muchos demócratas están deprimidos. La senadora Elizabeth Warren venía subiendo en las encuestas desde antes de los debates. Pero su vasto programa de políticas supone un enorme aumento de la intervención estatal en la economía y en otros asuntos internos. Kamala Harris, hija de padres profesionales venidos de Jamaica e India, es más cauta que Warren, y ha mostrado posturas contradictorias en algunos temas (abolición de seguros de salud privados). En el segundo de los primeros dos debates demócratas se robó el show con sus ataques al exvicepresidente Joe Biden, que llevaba la delantera. Trayendo a colación una controversia de los 70, señaló que el exsenador se había opuesto al programa federal obligatorio de desegregación racial de las escuelas.

El ataque de Harris apuntó a sembrar cizaña en el fuerte apoyo afroamericano a Biden, favorecido por sus años como vicepresidente de Obama. Biden no estaba preparado y su respuesta fue vacilante. La considerable caída reciente de Sanders en las encuestas de opinión (en algunas figura tras Harris, Warren y Biden) puede atribuirse a que su actuación ya no es novedosa. Ya no es el insurgente solitario enfrentado a la figura paradigmática del ‘establishment’.

Sin embargo, los mayores problemas los tiene Biden. Antes de los primeros debates les sacaba unos 20 puntos a sus rivales, tal vez porque su nombre es más conocido, además de su evidente cercanía con Obama (que se mantiene estudiadamente neutral); pero al final terminó dando imagen de haberse quedado en el pasado. Además, tendrá 77 en noviembre (tres años mayor que Trump) y cumpliría 80 durante su primer mandato, lo que lo convertiría en el presidente estadounidense más viejo de la historia. El “alcalde Pete” tuvo un comienzo excelente, y sigue siendo el favorito de muchos donantes demócratas. Pero justo antes del debate, le salió al paso un tema que persigue a las autoridades de ciudades y pueblos de todo el país: un policía blanco mató de un balazo a un hombre negro desarmado.

Al final de los primeros dos debates, muchos de los precandidatos demócratas habían respaldado propuestas de izquierda controvertidas: Medicare for All; la descriminalización de la inmigración indocumentada; la inclusión de los inmigrantes indocumentados en los planes estatales de salud; y la desegregación escolar. Un gran dilema en la competencia por la candidatura demócrata es que es un test de dos atributos importantes: uno es qué candidato puede derrotar a Trump, y el otro, cuál muestra la plataforma más atractiva a los votantes de las primarias. Y son dos cosas distintas.

Elizabeth Drew. Periodista y escritora residente en Washington. Su libro más reciente se titula Washington Journal: Reporting Watergate and Richard Nixon’s Downfall [El diario de Washington: Watergate y la caída de Richard Nixon].