Despacito. El contralor bromea con los periodistas sobre la música que le da la bienvenida a la Asamblea.

El contralor entierra su juicio politico bajo 43 cajas

Llegó con 43 cajas de cartón llenas de documentos apiladas sobre dos montacargas: 130 mil folios certificados con los cuales enterrar a la Comisión de Fiscalización de la Asamblea hasta la próxima legislatura.

Llegó con 43 cajas de cartón llenas de documentos apiladas sobre dos montacargas: 130 mil folios certificados con los cuales enterrar a la Comisión de Fiscalización de la Asamblea hasta la próxima legislatura. Con semejante fardo y al ritmo de una versión seudoandina de ‘Despacito’, entonada con ocarina y guitarra, el contralor Pablo Celi hizo su entrada intempestiva en la sede del parlamento.

“¿Eso que suena es ‘Despacito?”, preguntó a los periodistas como si viviera en otro planeta. La música venía por cuenta de María José Carrión, presidenta de la Comisión de Fiscalización que deberá revisar esos documentos. A esa hora, en el antiguo salón del Senado, ella celebraba su baño de popularidad con las organizaciones feministas afines al Gobierno (en realidad la mitad de ellas eran mujeres policías) y había convertido el vestíbulo de ingreso al edificio en un auténtico mercado. Ni se enteró de la llegada de Celi, quien subió directamente a entrevistarse con el presidente José Serrano.

El pasado 23 de agosto, el contralor había concurrido a la Comisión de Fiscalización para rendir cuentas sobre el proceso de auditoría de la deuda externa que los asambleístas del oficialismo (por razones que solo ellos tienen claras) quieren evitar a toda costa. Y como la cosa les saliera mal, porque Celi desvirtuó en dos minutos todas las sospechas, lo ametrallaron a preguntas sobre los casos más diversos: Odebrecht, Petroecuador, los sectores estratégicos, la legitimidad de su propio nombramiento... De todo le preguntaron con la esperanza de hacerle caer en algo.

Aquí tienen su respuesta: 43 cajas, 130 mil folios certificados. Trabajadores de la Contraloría subieron laboriosamente la carga hasta uno de los vestíbulos interiores y las instalaron frente a un telón con los logotipos de la Asamblea donde Celi y Serrano improvisaron una rueda de prensa mientras la fiesta de Carrión continuaba al compás de la música andina.

“Esta -dijo Celi- es mi respuesta a los requerimientos escritos que me han hecho”. Y añadió, sin dejar que se perciba la ironía de la situación: “estamos dispuestos a responder cualquier duda una vez que hayan revisado la documentación”.

Y Serrano: “Mañana, en el CAL, trataremos el reglamento de fiscalización. Los legisladores deberán informar sobre el uso que den a estos documentos para que el control político sea real”. Un auténtico bumerán, si se considera que entre esos documentos puede haber más de una bomba contra los propios oficialistas, incluidos informes con determinación de responsabilidades penales, como aquellos que las asambleístas Marcela Aguiñaga, Soledad Buendía y Gabriela Rivadeneira parecen empeñadas en evitar.

Ya se ha ido el contralor; ya se ha reintegrado el presidente Serrano a su despacho y María José Carrión, que sigue de fiesta, abandona el salón del Senado en una rápida incursión al baño para cumplir, dice, una misión “indelegable”. A la salida, los periodistas la enteran de las últimas novedades. “¡43 cajas! No será sencillo”, reconoce. “Pediremos un comité especial de apoyo”. Luce resignada. Al fin y al cabo sabe que su Comisión perdió el norte del proceso de fiscalización al contralor desde el primer momento: “Le pedimos de todo”, recuerda. O sea: nada. Ahora tendrán que revisar metódicamente 43 cajas de nada. O sea: todo.

Otra ley para las mujeres

María José Carrión presentó su proyecto de ley orgánica para el desarrollo político y económico de la mujer. En un auditorio lleno de mujeres policías exigió que la mitad de candidaturas para prefecturas y alcaldías en las próximas elecciones seccionales, así como la mitad de los créditos que conceda la banca, sea destinada a las mujeres.