Obra. Periodistas, ayer en Ucrania, ante el sarcófago protector del cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil, que explotó en abril de 1986.

Chernobil se acoraza para resistir un siglo

Treinta años después del peor accidente nuclear que ha sufrido la humanidad, la central de Chernóbil se cubre de un inmenso caparazón de acero para evitar fugas de radiación durante el próximo siglo.

Treinta años después del peor accidente nuclear que ha sufrido la humanidad, la central de Chernóbil se cubre de un inmenso caparazón de acero para evitar fugas de radiación durante el próximo siglo. El temor ante los efectos de nuevos escapes tóxicos de la agrietada estructura colocada justo después del desastre por la Unión Soviética una vez cumplidos sus 30 años de vida útil llevó a un grupo de donantes internacionales, impulsados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, a implicarse de lleno en garantizar su seguridad. Juntos reunieron los 1.500 millones de euros que ha costado la nueva armadura, la mayor estructura móvil fabricada hasta ahora, con la Comisión Europea como mayor contribuyente con 431 millones.

El ambicioso proyecto de ingeniería empezó a levantarse en 2012, pocos meses después de que los fantasmas de Chernóbil resucitaran ante el escape radiactivo de la ciudad japonesa de Fukushima tras un fuerte terremoto. La tragedia llevó a Europa, con Alemania a la cabeza, a replantearse su relación con la energía atómica.

“Hemos aprendido muchas lecciones del accidente de Chernóbil y del más reciente de Fukushima. Las lecciones aprendidas y las mejoras de seguridad han reducido la probabilidad de otro accidente nuclear a gran escala”, dice el comisario europeo de Cooperación, Neven Mimica.

Ayer se inauguró la instalación luego de tres años de trabajos cerca del reactor a cargo de las constructoras francesas Vinci y Bouygues, pero el equipamiento de la infraestructura -aparatos de control de radiación, respiraderos, protección frente a incendios- no estará listo hasta finales del 2017. Entonces empezará a desmantelarse el deteriorado sarcófago soviético edificado a contra reloj, con hormigón y estructuras metálicas, por 90.000 personas en solo 206 días bajo la urgencia de la hecatombe.

Los números muestran la envergadura del monstruo de metal: 108 metros de altura, 162 de largo, 257 de ancho y un peso de 36.000 toneladas, casi cuatro veces el de la Torre Eiffel, y tan amplio como para que en su interior quepa la Estatua de la Libertad o el Estadio de Saint-Denis. Está preparado para soportar terremotos de más de seis grados en la escala Richter, pese a que Ucrania es una zona de baja actividad sísmica. Su propósito de servir de muro frente a la radiactividad es fundamental para los trabajadores que desmantelarán la antigua estructura soviética.

Más de mil empleados se dedicaron exclusivamente a la cúpula en los momentos de mayor trabajo entre estrictas medidas de seguridad.

Nadie espera menos garantías después de que toda certeza de invulnerabilidad se evaporara una noche de primavera. El sábado 26 de abril de 1986 a las 01:23 de la madrugada el reactor número 4 de la central de Chernóbil explotó durante unas pruebas de seguridad.

“Lo que ha pasado es desconocido. Es otro miedo. No se oye, no se ve, no huele, no tiene color; en cambio nosotros cambiamos física y psíquicamente. Se altera la fórmula de la sangre, varía el código genético, cambia el paisaje”, narra uno de los supervivientes en Voces de Chernóbil, el relato coral de la Nobel de Literatura Svetlana Alexievich sobre el sufrimiento tras la hecatombe.

Para saber

- Expansión

La nuble radiactiva tras la explosión en Chernóbil contaminó vastas zonas de Ucrania, de Bielorrusia y de Rusia.

- Afectación

La radiación afectó a más de cinco millones de personas, principalmente en Rusia, Ucrania y Bielorrusia.

-Trabajos

Más de 600.000 personas participaron en las labores para hacer frente a la catástrofe y sus consecuencias.