
Bonnard: Un arquero sensacional. Podia jugar de esmoquin sin arrugarse
Con Alfredo Bonnard Jara nos une una amistad que nació en las aulas del colegio, ya que él era el arquero del Aguirre Abad y yo del Vicente Rocafuerte.
Jugamos profesionalmente con bastante éxito y ello llevó a que seamos seleccionados por Ecuador al Sudamericano de Fútbol en Lima, Perú en 1953.
Mejoramos nuestra condición física y técnica, entrenando por nuestra cuenta, en el gimnasio del Vicente en dos jornadas semanales. Balones de fútbol, colchonetas, caballetes, y un trapecio, eran nuestras armas de trabajo.
Desde el primer partido en Lima, Alfredo se convirtió en el favorito del público. Sus espectaculares atajadas y sobre todo su matemática colocación, lo llevaron a convertirse en el mejor arquero del torneo. En el modesto Hotel Victoria, en donde residía Ecuador, estaba siempre lleno de personas que lo querían conocer, pedir autógrafos y saludarlo. Junto a ellos todos los representantes de una docena de equipos de Sudamérica pugnaban por conseguir sus servicios. Lo acompañé a una entrevista con Adam Bogossiam, representante del Niza de Francia que le ofrecía un jugoso contrato ya que con abuelos franceses, Alfredo pasaba a ser oriundo, y no ocupaba cupo de extranjero.
La oferta era tentadora, pero Alfredo dijo no, ya que el amor fue más fuerte como dice la canción, y retornó al Ecuador para casarse con su novia de siempre. Seguimos jugando profesionalmente con bastante éxito, especialmente Alfredo que volvió por dos ocasiones a la selección nacional.
Actualmente Alfredo trabaja con uno de sus hijos, en una oficina en el centro de Guayaquil. Nos vemos poco, pero cada vez que lo hacemos, un apretón de manos, sella una amistad que se inició en el colegio, y que rubricó su respeto y cordialidad, con un abrazo en el centro de la cancha del Estadio Nacional de Lima en 1953.
¡Salud Flaco!