Cita. Los alumnos partieron de la calle 10 de Agosto y la 11, en el barrio.

El barrio Garay enciende las fiestas julianas

Alumnos de 25 colegios salieron a la calle para participar de un pregón.

Tras diez años de haber salido del colegio, Aura María Guerrero, guayaquileña de 27 años, pensó por un instante estar en las prácticas de la banda de guerra a la que -de adolescente- perteneció. Eran las 10:00, aún estaba en pijama. Pero a la voz del quier, dos, tres, cuatro, saltó de la cama y empezó a marchar.

“Lo hice sin pensarlo, como si la mente me lo pidiera”, señala. Lo hizo hasta que subió a la terraza, agarró una silla y en compañía de los ocho miembros de su familia, que ya se encontraban en el lugar, empezó a disfrutar del show. Una celebración con tambores, trompetas, uniformes pulcros, banderas y boinas.

Ayer el barrio Garay, donde reside, celebró la IX edición de su ya tradicional pregón estudiantil por las fiestas de Guayaquil en sus 482 años de fundación. Cerca de 3.000 estudiantes de 25 escuelas y colegios participaron del desfile, que avanzó desde las 10:30 por 11 manzanas, a lo largo de la calle 10 de Agosto

Durante la marcha, niños y adultos fotografiaron a los marchantes, los aplaudieron y, cual bastoneras, bailaron incluso las melodías que a través de sus instrumentos entonaron.

Mary Arévalo, de 7 años, por ejemplo, bailó al son de ‘Guayaquil de mis amores’, armonizada por los más de 235 alumnos de la Academia Naval Illingworth que allí se encontraban; mientras su madre, Karina Sarmiento, esperaba con ansias a los chicos de la Academia Altamar, que circularon camuflados. Entre ellos, su sobrino.

Durante el encuentro también desfilaron las bandas de músicos de instituciones como el Cuerpo de Bomberos y la Policía Nacional, interpretando melodías tradicionales y de moda, pero traducidas en ritmos de tambores, trompetas, flautas y bombos.

Para Xavier Zurita, miembro del Comité Pro-Mejoras del barrio, uno de los más viejos y populares del centro-sur de Guayaquil, la actividad sirve de preámbulo para el gran festejo “que se viene” en la ciudad. “Esta actividad apenas calienta los motores. Es una muestra del civismo y del trabajo en conjunto que entre instituciones tenemos hace casi una década”.

Carolina Orozco, abuela de Guerrero, lleva 67 años viviendo en el sector. Tiene 85 años y asegura que cuando llegó aún había casas de caña levantadas sobre el lodo y burros en lugar de perros. “Todo era autóctono, básico, un tanto arcaico”. Hoy la zona está poblada, “muy poblada”, sin embargo, dice, las costumbres se mantienen: “la gente sigue conversando en los zaguanes, jugando pelota en la calle. Aún marcha para rendirle honor a las cosas bonitas. ¡Como hoy!. Mire lo que los chicos hicieron por Guayaquil”, precisó.