Respetar los asientos para los grupos de atención prioritaria, colocar adecuadamente las bicicletas, llevar mascotas dentro de sus respectivas jaulas, usar audífonos en caso de escuchar música: habrá 54 normas de comportamiento que se deberán respetar en el Metro de Quito, cuya apertura se espera en mayo.

Así lo indicó Édison Yánez, gerente de la Empresa Pública Metropolitana Metro de Quito, quien explicó que al momento la entidad trabaja en los manuales y que, una vez aprobados, estos se empezarán a socializar durante los primeros meses del próximo año.

La iniciativa responde a ‘Metro Cultura’, proyecto que promueve la buena convivencia al interior del sistema de transporte, y cuyas aristas se han venido desarrollando de la mano con la Universidad Central del Ecuador.

“El buen uso del sistema de transporte y el respeto a las normas y buenos hábitos generaría un ahorro de hasta $ 300.000 al año”, dijo.

Pero no solo la socialización será clave en este proceso, sino también las sanciones y las multas para quienes quebranten las reglas, que se deberán emitir a través de una ordenanza en el Concejo metropolitano.

“El proyecto lo debe presentar la Secretaría de Movilidad en los siguientes meses”, explicó el funcionario.

Este agregó que las sanciones son necesarias, no para controlar, sino para disuadir y recordó que en 2018 un grupo de veinte hombres irrumpió en las instalaciones del Metro, amordazaron a los guardias de seguridad y vandalizaron los vagones del subterráneo.

“Quito no está listo para eso, más allá de las actividades de Metro Cultura, hace falta una ordenanza con las sanciones para los viajeros. Estas deben aplicarse en todo el sistema, no solo el Metro”.

Con él concordó el sociólogo Daniel Pontón, quien explicó que el sistema de transporte será una “revolución de movilidad” sin precedentes para la capital. “La ciudadanía no está consciente de la dimensión del Metro”, expresó.

No se atrevió a definir al habitante urbano, pues considera que el crecimiento demográfico ha ‘parido’ microciudades. “Quito no es el mismo en Cumbayá, que en Los Chillos o Chillogallo”, explicó.

La conexión de la periferia con la centralidad le parece clave para la “apropiación cultural” del Metro. Es decir, que cada usuario “se considere un custodio de este bien público que le ha costado a la capital 1.538 millones de dólares.

“Ya no se puede hablar de un quiteño de cepa, de hace 20 o 30 años. Aquí confluyen diversas culturas y no todas se comportan igual”, agrega.

Para los ciudadanos, la socialización también es de vital importancia, como lo indicó Alfredo Murillo, quien labora en el sector de El Egido, hasta donde llegará una de las paradas del sistema de transporte. “No nos han dado ningún tipo de información. Ni siquiera sé hasta dónde llega”.

Al pedido se sumó Edwin Paredes. “Necesitamos información para saber qué se puede hacer y qué no. No es solo cuestión de multar”, dijo.

Un posible conflicto estructura

En septiembre de este año la Secretaría de Seguridad decidió actualizar la microzonificación sísmica de la ciudad y elaborar un estudio de vibraciones y estructura para determinar el porqué de la afectación a cerca de 400 casas en Solanda, que empezaron a hundirse producto de los trabajos del Metro. 

Se determinó un presupuesto adicional para reforzar la construcción. “El alcalde se comprometió a que, si el daño continúa, el Metro no arrancará”, señaló la dirigente barrial Norma Bailón. Los resultados aún no se dan a conocer.