Quito

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Actividades. En sus jornada realizan prácticas para ejercitar los músculosangelo chamba

Barrios para los años dorados

Están al norte de Quito y son zonas residenciales, en los que la tranquilidad de sus calles y aceras permite que los ancianos salgan de vez en cuando.

Es miércoles. Hace frío. El cielo está oscuro y amenazante. Los abuelos no saldrán a caminar por las calles de la Ciudadela Mexterior, al norte de Quito, porque podrían pescar un resfriado.

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Entonces aguardan en la sala del Hogar para el cuidado del adulto mayor Angelitos del Tiempo, donde viven junto a Myriam Herrera, su directora. De entre los 11 abuelos, la voz de Mario Acosta se impone. Es un hombre lúcido y elegante. Usa terno beige con una corbata de colores pasteles y zapatos negros lustrados.

El 27 de enero celebró su cumpleaños 87. Al hogar llegó su ‘familión’. Se tomaron “unos traguitos” sin alcohol, comieron bocadillos y cantaron junto al mariachi. Rememorar ese momento le saca suspiros. Entonces vuelve a colocarse un sombrero mexicano rojo y entona: “Yo sé bien que estoy afuera, pero el día en que yo me muera, sé que tendrás que llorar”. Sus compañeros responden: “Llorar y llorar”.

Mario, quien manejaba dos tráileres transportando hierro hacia Caracas, Venezuela, y Santiago de Chile cuando era joven, llegó al hogar hace un año y cinco meses. Su hijo Fabricio Acosta Rubio lo llevó tras quedar viudo. En una de las paredes de su cuarto cuelga la foto de ‘su viejita’, con quien estuvo casado 55 años y tuvo 8 hijos, la mayoría vive en el extranjero, a excepción de Fabricio y de Celso Hugo Acosta, quien murió en el accidente aéreo junto a la ministra de Defensa, Guadalupe Larriva, en 2007.

“Lo mataron”, dice con firmeza Mario, mientras señala con su dedo índice un recorte de periódico titulado: “Corre por justicia” en el que, a través del deporte, pedía que los mandos militares de esa época, asumieran su responsabilidad en el accidente que apagó la vida de su hijo.

DificultadesEn Ecuador solo la Universidad Católica forma geriatras a nivel de posgrado, mientras que la carrera de Gerontología ya no existe en varias universidades.

El abuelo se apresura a volver a la sala con sus compañeros. Empezará una actividad grupal de memoria y ejercicios físicos que no se la quiere perder. Al fin y al cabo, se ha acostumbrado a la rutina y a su nueva familia.

Myriam Herrera, directora de Angelitos del Tiempo, asegura que los ancianos viven su segunda infancia: ríen, bailan, leen y se enamoran. “Lo que más necesitan es cariño, cuidado y protección. Son como niños, pues parecería que retrocedió el tiempo. Cuando se enamoran es un amor fraternal. El abuelito cuida a la abuelita, le agarra de la manita, le recita un poema. Hay también casos en que confunden a un compañero con el esposo que ya falleció”.

Myriam se ha encariñado con ‘sus abuelos’, como los llama. En su celular guarda una foto de Emiliano Galarza, de 103 años, quien llegó al hogar en 2018 y es el más antiguo. Él la acompañaba al mercado a comprar frutas y verduras. Ahora ya no puede hacerlo pues su pérdida de memoria ha avanzado, aunque su vitalidad sigue intacta.

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Fue uno de los pocos ancianos en el centro que no enfermó con la COVID-19. El 80 % lo hizo y dos abuelitos fallecieron. “La pandemia nos enfrentó cara a cara con la muerte, pero yo prefiero hablarles siempre de la vida, aunque sepa que el momento de la partida está ahí y debamos prepararnos”, reconoce Myriam.

En el salón principal se reúnen nuevamente los 11 abuelos después de haber tomado café con humitas durante la hora del refrigerio. Trabajan con varias enfermeras que les entregan un hula-hula para mover los músculos del cuerpo. De fondo suena música clásica y pasillos. Ahora empiezan los ejercicios de memoria.

“Cuatro por cuatro”. Raúl Jácome (81) responde 16 con toda seguridad. No ha olvidado su experiencia como docente. Durante 36 años fue profesor de Física y Matemática y, aunque tiene párkinson, su capacidad intelectual es evidente.

Según Kléver Paredes, mentor del proyecto de comunicación y del colectivo Palabra Mayor, en Ecuador viven 1’400.000 adultos mayores y la presencia de políticas públicas es urgente porque se acerca una fecha crítica.

Asegura que el MIES tiene programas para ancianos en pobreza y extrema pobreza, pero para la otra población de clase media no existen propuestas. Otra dificultad son las jubilaciones. “Entre el 20 % y 25 % de adultos mayores en el país tienen pensión jubilar, más del 70 % no la tienen”.