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Quinientos treinta años después

Avatar del Paúl Palacios

Quinientos treinta años después, seguimos buscando en nuestro mestizaje un culpable, sin aceptar que nuestro destino es nuestra responsabilidad’.

Por un día del año, para dar un respiro a los gringos, algunos personajes dejan de echarles la culpa de nuestros males y desencantos para colocar en el paredón a los españoles. Pues sí, el 12 de octubre de cada año escarbamos de dónde sea para acordarnos de las mitas, los obrajes, el concertaje y las encomiendas. Recordamos con meridiana claridad los males de la Conquista, las penurias de Atahualpa y la victoria del Pichincha. Nos pusiéramos a cantar el Himno Nacional (si nos lo supiéramos) en aquellas poéticas estrofas donde mencionan a la ibérica audacia y a la fiereza española; pero todo vuelve a la normalidad el día 13 de octubre, con la solicitud de visa Schengen. Eso somos algunos, no todos, andinos dignos, los demás son unos pobres fachos.

Nadie puede desconocer las penurias históricas que pasaron una parte de nuestros ancestros, sometidos por otros también ancestros nuestros. Porque sí, somos un pueblo mestizo en su gran mayoría, y si algo tenemos que reclamar, también por el reclamo tenemos que responder. Nadie desconocerá jamás la historia tal y como fue, pero ya va siendo tiempo de que asignemos con valentía al único responsable de nuestra realidad y de nuestro futuro, que somos precisamente nosotros, los que hoy estamos aquí. Seguir buscando en Europa un culpable 530 años después es delegarle a otros la responsabilidad de nuestro destino.

Somos lo que somos por nuestros méritos y nuestros defectos, ni siquiera lo somos por los de nuestros padres. Somos la misma materia prima que cuando migramos a un país desarrollado, nos igualamos o superamos a cualquier local, y somos la misma materia prima que regresó a España 500 años después a entregar su trabajo, y fuimos acogidos con respeto, y se nos dio una oportunidad digna.

Yo soy mestizo, tengo de indio y tengo de hispano, y por cierto, de negro también, y mi patria es Ecuador; yo no voy a entregarle la culpa de mi destino a otros, depende de mí, de mi templanza y esfuerzo.

Me olvidaba: jamás se me cruzó esto de “qué pena que no nos colonizaron los ingleses”, porque seguro, al menos yo, no hubiera nacido.