Juan Carlos Holguín: Debemos creerlo

Ya en ese momento la bandera del Ecuador se había tomado la espalda de Pacho, quien la portaba con orgullo
Se acercaba el minuto 90 en Múnich y nadie pensaba que podía darse un resultado tan abultado. Desde el inicio del partido, la estrategia del equipo de Luis Enrique, quien había impactado en las últimas semanas por la difusión de unas entrevistas que mostraban su resiliencia, fue salir a ganar.
Los hinchas italianos, en su mayoría, ya se habían marchado del estadio. De nuestro lado, los fanáticos franceses saltaban y gritaban pues faltaban pocos segundos para lograr un sueño de muchos años, que antes no lo habían podido lograr ni con las altas sumas de inversión de sus dueños cataríes: ganar la Champions League.
Cuando el marcador iba tempranamente 1-0 a favor de los parisinos, los ecuatorianos fuimos testigos de una jugada que simbolizará la carrera de este ecuatoriano que ha dado una alegría al país: Willian Pacho.
El delantero del Inter protegió el balón para garantizar un tiro de esquina, pero la pierna de Pacho apareció con un tesón y fuerza inimaginables, para no permitir que el balón salga, y armar desde allí el camino al segundo gol.
El árbitro pita y explota la alegría de todos los hinchas del PSG. Junto a mí, mezclado en las gradas como un hincha más, se encontraba el profesor español Miguel Ángel Ramírez, quien como entrenador del club Independiente del Valle hizo debutar a Pacho en primera categoría, con apenas 19 años.
Con mucha emoción, me dijo en ese momento unas palabras que no olvidaré: “¿Viste? Hay que creer más en el Ecuador. Solo falta que se lo crean más”. Ya en ese momento la bandera del Ecuador se había tomado la espalda de Pacho, quien la portaba con orgullo mientras saltaba con sus compañeros en el campo de juego.
Desde la década de los 90, el fútbol ha sido en nuestro país una herramienta de unificación nacional. Si aprovechamos a la gran generación de deportistas que tenemos, sumado a una política pública de masificación del deporte (y la cultura) en los barrios, tendríamos una serie de triunfos. Y más importante aún, la posibilidad de que los niños y jóvenes se desarrollen en el deporte (o en el arte) en vez de ingresar a una pandilla.
Los ecuatorianos más jóvenes que viven en ciudades con contextos sociales difíciles, lamentablemente creen que el éxito es tener dinero fácil teniendo la oportunidad de pertenecer a una de las bandas.
Recuerdo cuando un chico ecuatoriano que estudiaba para piloto en Ucrania y logró salir en la guerra, respondió a mi pregunta de por qué había elegido esa carrera, enseñándome una foto de Instagram de un piloto privado lleno de lujos. Me dio mucha pena: era evidentemente un narcopiloto.
Las referencias para la juventud en el Ecuador son muy pocas. Y casi todas las historias ejemplares se han dado en el deporte, casi sin apoyo del Estado. Poco a poco, el sector privado, educativo y filantrópico, han entendido que se debe apostar a este sector.
No es el triunfo de un ecuatoriano en ganar la Champions League lo que alegra a la mayoría. Es el hecho de que saliendo de un contexto tan difícil como el de Quinindé, tengamos la historia de Pacho que, como él mismo dijo, demuestra que es posible lograr los sueños.
Solo falta que este país crea en su verdadero potencial y brinde una oportunidad a quienes más lo necesitan.