Francisco Rosales Ramos | La patanería de Petro

Venir a Ecuador para agredir al país y especialmente al presidente de la República y su gobierno, es claramente censurable
Llegar con retraso a la inauguración del período presidencial de Noboa; no saludar con su colega, la presidenta de Perú, que estaba a su lado; dejar con la mano extendida al vicepresidente de El Salvador; asegurar que la razón de su presencia en Ecuador era obtener la liberación de los presos políticos y que Glas es un preso político, resume el comportamiento del presidente de Colombia en las horas que estuvo en Quito el pasado 24 de mayo.
En Bogotá ya no sorprende el comportamiento de Petro y sus declaraciones muchas veces conflictivas que han hecho daño a su país. Hace poco llenó de ofensas a Estados Unidos y al presidente Trump, para luego echarse atrás por las graves consecuencias que habrían traído a Colombia. Mantiene un grave conflicto con su canciller, Luis Gilberto Murillo, quien atribuye los exabruptos de Petro a su afición al alcohol y otras drogas.
Los colombianos sabrán cómo resolver ese tema, pero venir a Ecuador para agredir al país y especialmente al presidente de la República y su gobierno, es claramente censurable y podría tener consecuencias diplomáticas. Sin embargo, la eliminación de la violencia criminal e inseguridad provocadas por el tráfico de drogas exige la cooperación de los gobiernos de los países vecinos, que son los principales productores de cocaína. Por ello habrá que pasar por alto la patanería de Petro y atribuirla a sus características personales.
Felizmente el comportamiento del presidente colombiano en la posesión de Noboa es, apenas, el gafe de un adolescente frente al mensaje presidencial: preciso, específico, valiente, emotivo y generador de esperanza y optimismo.
Asumió expresos compromisos para acabar con las mafias que pretendieron tomarse la institucionalidad del país, habrá obra pública para dinamizar la economía, se eliminarán obstáculos para la inversión privada, se mejorarán los servicios de salud y educación. En suma, una nueva etapa de crecimiento económico y mejoramiento social. Si lo logra, habrá nacido “el nuevo Ecuador”.