Votar con la razón

La razón, los argumentos, los hechos son mejores asesores antes de ir a las urnas.
Una vez más a las urnas. Los ecuatorianos nos enfrentamos a la dura decisión de elegir a los timoneles de nuestras ciudades y provincias. Hay quienes creen, desilusionados por el nulo progreso de sus localidades y la dudosa gestión de sus autoridades, que el ejercicio de la democracia es una ficción porque ganan los mismo y no hay cambios sustanciales. Pero ese es el ejercicio de la democracia. El pueblo es el que decide acertada o erradamente. Ese es un adjetivo que el mismo votante debe analizar cuando en la siguiente ocasión le toque de nuevo enfrentarse a las urnas.
Pero, ¿lo hace? ¿En realidad hay un debate mental? ¿En realidad el elector hace una pausa previa a la votación y sopesa lo bueno, lo malo y lo regular de cada uno de los postulantes, y sus propuestas para luego tomar una decisión sin apasionamientos, solo basada en el puro razonamiento? La propaganda electoral de algunos candidatos se hizo apelando al amor familiar, al orgullo, a los anhelos más profundos, a la incertidumbre por el futuro, al miedo y al odio. Fue escasa o casi nula la cuña en radio, el spot en televisión o el aviso en prensa escrita, medios digitales, redes sociales o vallas publicitarias que intentó convencer con argumentos en lugar de labia.
Eso solo denota una triste realidad: que gran parte de los votantes sigue decidiendo con el corazón en lugar de la razón. Llegar a la meta a través del primero resulta un camino más corto y menos empedrado para los candidatos que por el segundo. Claramente un votante con pensamiento crítico es más difícil de convencer. Cuestionará cada palabra, cada propuesta, cada argumento y eso es algo que a ningún político le agrada. Prefieren votantes que aplaudan, que se queden conformes con la camiseta, la gorra, el tanque de gas o el pollo. Una razón más para entender por qué el desinterés de las autoridades en invertir más y mejorar la educación del pueblo.
El voto es una responsabilidad muy importante. No hay que tomar una decisión a la ligera. La emoción, en este caso en específico, no es buena consejera. La razón, los argumentos, los hechos son mejores asesores antes de ir a las urnas.