Mentirosos

En política las mentiras son fuente de ingobernabilidad. No existe en el país ninguna traba para que esta se pronuncien desparpajadamente, más si cuentan con una base fuerte de apoyo, dejan sin piso el postulado: las mentiras tienen patas cortas. Como contraparte, más crédito le otorgan al cinismo, que se transforma en mentirocracia. Ufano aparecía un expresidente imbuido de un hálito de presuntuosa candidez: “Una carretera que no va a ninguna parte”. Seis meses más tarde la inauguraba como enlace fronterizo. Con ese ex se oficializó la mentira como política de gobierno. Un sector minoritario de la prensa calló. Por intermedio de internautas existieron tibios reclamos. La democracia es inexistente cuando la mentira está delante de la razón. El pueblo lo sabe, confirma que son mentiras que opinólogos tratan de obligar a creer y aceptar como válidas, medidas que van contra los intereses de la gran mayoría. La mentira se impone pues el engaño cuenta con el adorno o adormecimiento que capta aceptación cuando se pinta risueño, condescendiente, benefactor y sabe introducirse en una sociedad desesperanzada. De a poco se ha ido tejiendo la mentira bajo la sutileza del juego de palabras e inocentemente. Los mismos que han mentido permanentemente osan preguntar: ¿qué te hicieron patria? ¡Hipócritas! Alguien tiene que abrir la puerta de la verdad. Se posponen los álgidos problemas nacionales solucionables por oscuros intereses. El pueblo recibe miseria.

César Antonio Jijón Sánchez