Dejar de enfrentarse

Nos hemos globalizado pero sin vínculos, con la necedad de los abecedarios mundanos, sin dejar paso a la escucha de nuestros sentimientos. Cada día son más las batallas entre mentes perversas, sin escrúpulos y al límite de la desesperación. Tanto es así, que solemos andar en vilo entre la vida y la muerte, fruto de este tendido desmoralizante. Sea como fuere, esta atmósfera de sufrimiento existencial tiene que cesar; y, sin duda, debe comenzar por los propios hogares, multitud de ellos ahogados en lamentos y sin orientación alguna. Necesitamos, seguramente, aproximarnos; dejarnos oír más, no con las ideas sino con el corazón. Hay que silenciar el ruido de los hirientes vocablos subterráneos, corruptos e ilícitos en muchas ocasiones, retirar el poder de las armas poniendo más voluntad en nuestras acciones, destronar intereses y salvaguardar la existencia en un mundo que ha de ser de todos y de nadie en particular. Es cuestión de removerse por dentro, cada cual consigo mismo, si en verdad queremos superar todas estas absurdas e inútiles revueltas, para redescubrirnos en el gozo armónico de lo fraterno. La concordia no conoce fronteras, únicamente el egocentrismo y el rencor hacen territorio para sí y los suyos.

Víctor Corcoba