El príncipe Guillermo (41 años) regresó al trabajo aparentemente relajado. Ha dejado de lado sus problemas personales, con lo que demuestra que tiene la cabeza en los compromisos que le atañen.

Ayer encabezó una ceremonia de investidura en el Castillo de Windsor. La última vez que el hijo de Carlos III apareció ante los medios de comunicación fue el pasado 18 de enero. No por cuestiones oficiales, sino por la visita que hizo a su esposa, Kate Middleton, en la clínica de Londres en la que estaba en aquel entonces ingresada por una operación abdominal.

Evitó reunirse con su hermano, Harry, quien viajó a Londres tras enterarse de que su padre el rey Carlos tiene cáncer.

La razón que podría estar detrás de la decisión del príncipe Guillermo de no ver a su hermano es blindarse lo máximo posible en estos difíciles momentos. En el caso del príncipe de Gales, a la situación hay que sumar dos cuestiones más. Por un lado, el hecho de que su progenitor esté retirado de sus obligaciones durante unas semanas, hace que se aumenten sus responsabilidades y tenga que estar más activo que nunca.

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Además, Guillermo está preocupado por su esposa. La princesa de Gales se encuentra convaleciente después de su cirugía.

Si algo pretende ahora es evitar más agobios. No quiere protagonizar titulares polémicos ni gestionar más asuntos de la cuenta en estos instantes en los que tiene que centrar sus energías en su mujer, su padre y sus compromisos con la monarquía.

Según algunos medios británicos, la frase de Guillermo de Inglaterra ante el posible encuentro con su hermano Harry habría sido la de “estoy ocupado con cosas más importantes”. 

Harry, un breve encuentro con su padre

Tras 24 horas en Inglaterra, el príncipe Harry volvió a Los Ángeles. Reapareció en el aeropuerto de Heathrow (Londres), donde se lo vio tranquilo. El motivo por el que la reunión de él y su padre, el rey Carlos duró tan solo 45 minutos después de nueve meses sin verse, según The Times, fue porque “Carlos III estaba muy cansado por un procedimiento”. A pesar de que el soberano “está llevando la situación de forma magnífica”, en ciertas ocasiones tiene bajones.

No es de extrañar teniendo en cuenta el estrés emocional que vive desde que se descubriera el diagnóstico de los médicos.

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Sandringham, el refugio de Carlos

El rey Carlos III se encuentra en Sandringham, la mansión que perteneció a su madre, la reina Isabel II y que incluso ha sido recreada en películas.

La residencia privada, que está situada en Norfolk, era el lugar favorito de la monarca para las vacaciones de Navidad. Trataba de alargar los días de asueto hasta febrero. Era el 6 de ese mes cuando la abandonaba, fecha que coincidía con el aniversario de la muerte de su padre (Jorge VI).

Este refugio fue adquirido por Eduardo VII en 1862 y, desde entonces, ha ido pasando de generación en generación.

A 160 kilómetros al norte de Londres, no solo es grandiosa por su exterior, también por todo lo que esconde en sus paredes.

Repleta de recuerdos, muebles vintage y fotografías reales, ha sido escenario de grandes momentos en la Familia Real Británica, como el bautizo de Charlotte, hija de Kate Middleton y el príncipe Guillermo. Tiene una bolera, donde pasar tiempo libre. Además guarda muchos trofeos de caza, animales disecados y donde hay un cementerio de mascotas, los famosos corgis de Isabel.

Tiene hasta establos, lo que obliga a Carlos III a tener solo ahí a 200 trabajadores. Ha sido escenario de momentos especiales, también de negociaciones duras e, incluso, muertes.

Allí falleció el padre de la reina Isabel, Jorge VI, y ese es el lugar en el que el príncipe Harry negoció su salida de la Casa Real. Aquella reunión se denominó ‘cumbre de Sandringham’ y que todavía en la actualidad sigue siendo recordada.

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