Jasú Montero (43) no se pone límites y una prueba de ello es que se atrevió a cantar música rocolera y ahora en quechua. Sacó dos temas. El primero 'Rosa roja' y el más reciente 'Antídoto'. Tras su paso por Kandela & Son y Las Tr3s, agrupaciones cuyo fuerte era lo tropical, incursionó como solista en lo nacional.

El 17 de noviembre en el Centro de Convenciones, será parte del espectáculo que ofrecerá María Conchita Alonso. La intérprete, locutora de radio La Otra y presentadora hizo cantar y bailar al entonces candidato presidencial Daniel Noboa en 'De casa en casa'.

Es la segunda vez que se atreve con el quechua. Eso quiere decir que en la primera no le fue tan mal...

La primera vez fue una idea de mi productor, Pedro Chinga, y mi representante, Andrea Pesántez. Es cosa seria el quechua. Se buscó una profesora, Sisa Parco, para que me enseñe. Son palabras aparentemente fáciles, pero tienen lo suyo. La pronunciación es jodida (risas). Después de muchas horas de ensayo grabé 'Antídoto', un tema que habla de curar un amor del pasado. El video se lo hizo en el mercado Diez de Agosto, en Cuenca. ¡Escuchen mi quechua que está bien cantadito! (risas)

¿Por qué se arriesgó? Como usted dice, no es tan fácil.

Ha sido un proceso en lo musical. Empecé en el grupo (Kandela & Son) con pop, reguetón y música tropical. Ahí yo no decidía. Como solista canté temas en el género tropical, pero di un salto a lo nacional, a lo nuestro. Me inicié con la rocola con Jenny Rosero, hubo un reality en 'De casa en casa'. Desde muy chiquita canté ese género. Lo nuestro hay que hacerlo con respeto y delicadeza. No todos se atreven, decidí ser cien por ciento nacionalista. Grabé 'Ecuatorianísimamente Jasú' a mi estilo. Las letras son poesía pura. En 2023 hice una gira por Estados Unidos con mucha acogida. Es fregado entrar en la música nacional, que la gente te acepte.

¿Qué fue lo más complicado de cantar en quechua?

Aprenderlo, la pronunciación. Por lo general, cantando en español nos comemos las ‘s’, pasamos raspando (risas). La gente que habla quechua es más exigente. He recibido felicitaciones, estoy contenta con los resultados. No será la última vez. Estoy preparando algo chévere para el 2024. Siempre he destacado lugares, ya sea de la Costa o la Sierra.

¿Solamente aprendió lo necesario o ya es una experta?

(Risas) Andrea es mi mánager y nació en Cuenca. Sisa es su amiga y es una docente de Monte Sinaí. No fue mezquina y aceptó enseñarme. No todo el mundo quiere ayudar. Quisiera tener el tiempo para que me enseñe más y hablarlo fluidamente. Mi hija (Leonela) me dice que hablo en otro idioma. Le pedí que le enseñara aunque sea ciertas frases, porque los niños son una esponja.

Jasú es versátil, trata de renovarse, no estancarse...

Lo que yo soy es atrevida. Necesitamos renovarnos. En el programa hay que armar shows, no sé nada de inglés, cuando lo he necesitado he buscado gente que me ayude, para a veces interpretar temas de JLO. Lo he hecho ‘conchudamente’. Por lo menos lo he hecho, pero primero hay que prepararse. Se me hace más fácil aprender quechua que inglés (risas). Es recontracomprobado, cada quien sabe sus limitaciones.

¿Considera que algún género musical le es esquivo?

Nunca imaginé aprenderme un sanjuanito de los años de mi bisabuela. Ahora escucho mucha música que jamás pensé que iba a aprender y que no había escuchado. No me pongo límites. Si quiero cantar boleros y otra música lo haré. Sé que es un trabajo de dedicación, escuchar y repetir. Muchas veces se me ha olvidado la letra en el escenario, pero hay que resolver, pase lo que pase. Si el sonido está feo, si falla la pista...

En su caso no solo canta, además es presentadora de un matinal, locutora radial y habla harto. ¿Cuándo le da descanso a la voz, su principal herramienta?

(Risas) Hablo hartísimo. He cantado con el ojo infectado, disfónica, cuando me hicieron la liposucción. Aplico técnicas. No tomo, no fumo, no farreo, no salgo de madrugada, uso bufandas, en la radio llevo abrigos y las olas de gripe son fatales. Después de la COVID-19 todo cambió. Voy al doctor, hago terapias respiratorias, me cuido mucho.

La risa de Jasú es muy característica. Cuando se conversa con usted, es casi seguro que la escucharemos reírse a carcajadas.

Yo creo que lo heredé de mi mami (Susana). Es mi forma de ser. Me ha ayudado bastante y me ha salvado de muchas cosas. No todo es felicidad, existen momentos de dolor, coraje y tristeza. La gente quiere ver en ti algo positivo, esperanza, algo bueno en las personas. La he desarrollado con el tiempo, la he sabido manejar.

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¿Es muy camaleónica?

Lo soy, en lo musical y en los looks. A la gente no le gusta verme morena. En noviembre estaré en un show con María Conchita Alonso y aprovecharé para cambiar el color de cabello, algo leve. No rubia ni de color rojo. Antes de la pandemia, cuando iba a cumplir 40 años, dije que ese año organizaba mi fiesta, pero pasó lo de la COVID-19. Nunca más cobriza, porque me dejó un mal recuerdo. Pintaré mi cabello de rosa pastel suave. Nada exagerado.

¿De qué manera está afectando a los artistas la ola de violencia que se vive en el país? Ustedes deben viajar de un lugar a otro, cantar en la noche...

Los artistas estamos golpeados desde la pandemia, hemos sido la última rueda del coche. Cada vez que pasaba algo, un estado de excepción; cada vez que nos hemos querido reactivar, siempre ocurre algo.

Nosotros hemos pagado los platos rotos. Se cree que tenemos plata. Si la tuviera, recorrería el mundo. Yo trabajo en televisión, radio, hago animaciones, eventos y en las redes sociales. No paro. Me gusta lo que hago. Gracias a Dios no soy de las que andan en farras o en discotecas. Siempre he sido así, no es porque sea idiota. Peor ahora que hay tanto peligro.

¿Cómo filtrar o evitar caer en manos inescrupulosas?

Hay mucha gente con malas intenciones. Tengo un equipo que filtra cualquier llamada, se investiga. Ya me clonaron la tarjeta de débito. Debemos cubrirnos para evitar engaños o extorsiones.

Ya tiene 43 años, el tiempo no perdona.

Yo me asusté cuando cumplí 25 años. Después no le paré bola a la edad. Me di cuenta de que es solo un número. Lo importante es cómo te sientes o cómo está la salud. Lo que está dentro, no lo de afuera. Creo que desde el accidente en el cual me quemé (parte del cuerpo) en el 2015, me cambió la visión. Siempre me ha gustado mostrar, yo feliz de la vida, eso no ha cambiado en mí. Soy igual, solo tengo más edad, me he tatuado, la esencia no cambia. En la casa ando con el pantalón más viejo, las camisetas de los candidatos (risas), sin extensiones.

Hay una faceta que el público no conoce de Jasú. Usted es solidaria, colabora en causas benéficas.

Me gusta compartir con la gente. Cuando estoy en un show, me bajo, saludo, hago relajo, hablo como loca, abrazo a la gente, aporto con los dones que Dios me dio. Eso ayuda a desintoxicarse. Hay artistas a los que no les gusta tomarse fotos, enseguida se suben al carro. Cuando me piden ayuda para un evento benéfico, la doy.

Logró sacar los dotes artísticos del presidente electo Daniel Noboa durante su visita a De casa en casa antes de la segunda vuelta.

(Risas) Con el padre de Daniel Noboa (Álvaro) trabajamos hace diez años. Nos contrataban. En este caso me fui por la parte humana. Daniel Noboa estudió música, ha tenido dos matrimonios y dos hijos, es un hombre joven, otra era y viene a refrescar. Nos fuimos por ese lado. La idea no era atacarlo, ni quedar como bacana, ni preguntar algo imprudente. Quería que se sienta en confianza para que se suelte un poco. Hice lo que me gustaría que hagan conmigo.

Yo he recibido muchas propuestas, pero no estoy preparada para hacer política. Es una responsabilidad. Tengo el corazón para ayudar, pero no quiero ser títere de nadie. No me interesa ser cara de las decisiones de otro, porque seguramente no haré mi voluntad.

Dora West se marchó de 'Los hackers'. ¿Se cansó de la farándula o de los conflictos?

(Uy) Estar en farándula es fregado y complicado. Antes había más respeto, los tiempos han cambiado. Cuando no quieren que hablen, no hay que dar motivos. Por ejemplo si yo me emborracho, no faltará alguien que me grabe y ‘doy papaya’. No sé qué habrá pasado en este caso, pero la tranquilidad y la paz no tienen precio. 

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