
Crítica de cine. Sirenas: ¿telenovela gringa disfrazada de thriller sofisticado?
Lee la crítica de Sirenas, serie protagonizada por Julianne Moore y Kevin Bacon, con drama familiar, poder y oscuros secretos
Devon DeWitt (Meghann Fahy) ha salido de la cárcel y reaparece en el hogar donde vive y cuida a su padre viudo, Bruce (Bill Camp), el cual experimenta demencia precoz. Recibe una canasta de frutas. Se la ha enviado su hermana Simone (Milly Alcock), que ya no vive en Búfalo, Nueva York.
Fastidiada por tener todo el peso económico, resuelve, insultante, ir a la llamada Cliff House, isla de Ponthave, donde trabaja la obsequiante y devolverle el ‘regalo’. No sin antes reclamarle por haberla dejado sola, sin ayuda alguna, ni siquiera emocional, que es lo execrable.
Inconvenientemente, halla que Simone es una alta pero servil ejecutiva de Michaela Kell (Julianne Moore, Óscar 2015 por Siempre Alice), exabogada que dirige un Santuario de Aves, que las cuida y sana. Está casada con el multimillonario Peter Kell (Kevin Bacon) y, superficialmente, todo es perfección.
Sirenas, la crítica de Jorge Suárez
Esta miniserie de Netflix que hoy ocupa el primer lugar de sintonía ecuatoriana, está compuesta por cinco episodios: Exilio, Garras, Monstruo, Perséfone y Canto de sirena, lo cual da la pauta para imaginar lo que se viene… ¡una telenovela a lo gringo!
Refinada, elegante, adornada por tres bellas mujeres, el argumento es “malévolamente monstruoso”. Con tonos de metáforas griegas y de garra. Todo ello conduce a olvidar lo físico de la ‘mini’, exceptuando la paisajista cinematografía llena de colores naturales, de excelente vestuario y una atmósfera por demás sofisticada.
Pero es su aura de maldad, de intransigencia, el ver a un personaje bordear la ninfomanía, la crueldad patronal, los amoríos ocultos, la sed de poder, la incomprensión, la fría obediencia del personal que trabaja tanto en la mansión como en las áreas al aire libre lo que engancha. Y luego, los personajes, cada uno con su propia historia, aunque sean comunes sus vidas.
Por esto olvidaré en algo las peroratas, movimientos de cámaras y esa parafernalia que llevan los análisis fílmicos y me centraré en el comportamiento humano que, en mi opinión, debe comentarse ya que en muy pocas ocasiones brotan, exceptuando, claro está, en las telenovelas.
Empiezo con las hermanas DeWitt. Devon carece de autocontrol, vive su quebrada existencia en forma abierta, con exceso de franqueza y vulgaridad. Dice y habla lo que piensa, sin mayor análisis. Quiere atar a Simone quien, a su vez lucha por alejarse de la familia. Devon es una mujer hermosa, pero debido al tipo de vida que lleva, se está marchitando. Insiste en la gratitud, pero no se da cuenta de que todo ser humano la espera y lo que encuentra son desilusiones: nadie es grato.
Simone no es bonita, pero hace creer que lo es y, en esa forma, impone oro a su atrayente sencillez, lo cual le permite no encubrir la ruta concebida. Tampoco tiene una moral rebosante, pero sí una imagen llena de pulcritud, simpatía, afectuosidad y paciencia. En sus roles, Fahy y Alcock se dejan llevar por las emociones que exponen.
El padre es un irresponsable. Jamás cuidó a su mujer ni a sus hijas. En la serie, ya maduro, es poco menos que un vividor. José (Félix Solís), administrador del lugar, es fiel servidor de quien le conviene, obedeciendo a fe ciega lo que le pidan Kike (Michaela) o Peter.
A propósito, Peter Kell es el poderoso y pudiente ejecutivo; el que tiene márgenes de consideraciones a favor de quienes lo rodean, sin escapar de los “consejos” que da el dinero. En actuaciones sobresale Félix por su espontaneidad. ¿Bacon? Sobrio pero invariable, jamás eleva su nivel actoral y eso no es bueno.
Y para cerrar, líneas específicas para Julianne Moore. La actriz, de por sí una mujer exquisita (tuve oportunidad de entrevistarla en el 2015) y hermosa, substancia su calidad hasta unirla al personaje, agregándole lo que afirmaría no le pertenece: crueldad, quemeimportismo frente a la desgracia ajena, celosa, manipuladora, así como quiere odia y jamás perdona.
Sin embargo, en su rol, jamás pierde su “clase, elegancia y majestuosidad”. ¡Qué mujer! No en vano es una de las pocas actrices que ha ganado el Óscar, el Globo de Oro, el Bafta y el galardón creado por el Sindicato de Actores. También el Emmy, la Copa Volpi (Venecia), la Palma de Oro (Cannes), el Oso de Plata (Berlín). Desde el 2008 es embajadora de la ONG, con el programa Salven a los Niños. En Sirenas abstrae con su arte y físico otoñal.
Los diálogos mantienen la tipicidad de las telenovelas y las historias de sus personajes guardarán, probablemente, relación con otros ya vistos. No lo sé. En mi vida he visto solo una, a solicitud de doña Vicky, mi madre, fue Cuna de lobos (1986-1987) y debió ser un buen catálogo, porque en esos “lobos” pensaba cuando a estas “sirenas” veía.
Algo más. Uno de los episodios se llama Perséfone y aquí les dejo de quién se trata. Sé que lo saben pero, a lo mejor, alguien no: diosa de la mitología griega, reina del inframundo y cónyuge de Hades, dios existente en el reino de los muertos.
- Calificación: * * * 1/2
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