Hace un mes los delincuentes ingresaron al cerramiento de una vivienda para sustraerse dos bicicletas, a las 02:00. El jueves pasado, un gabinete de belleza fue asaltado por dos hombres que llegaron en motocicleta cerca de las 16:00. Mientras que dos días después, a una pareja de jóvenes les robaron los teléfonos celulares y otras pertenencias mientras se dirigían a su trabajo, aproximadamente a las 08:00.

Estos son solo tres casos de robos y asaltos de los muchos que ocurren a diario en la ciudadela Guayaquil, norte de la ciudad, en diferentes horarios.

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Este sector, que colinda con las avenidas Carlos Plaza Dañín, de las Américas y Francisco de Orellana, suele ser confundido con la ciudadela Kennedy. Está compuesto por 30 manzanas en donde hay villas, bodegas, tiendas, restaurantes y parrilladas; así como edificios en los que se ofrecen servicios de belleza, venta de muebles, sedes inmobiliarias, entre otros negocios. En la mayoría de ellos han ocurrido asaltos y robo a locales y clientes, subrayan los propietarios.

La Policía registra 40 robos en lo que va del año, pero los residentes aseguran que son más, ya que muchos no denuncian por el tiempo que eso conlleva y para evitar represalias.

A pesar de que en el sector hay una Unidad de Policía Comunitaria (UPC) y una unidad móvil policial, a la mayoría de estos locales también han llegado los ‘vacunadores’, que exigen dinero a cambio de ‘seguridad’.

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Whimper Delgado, quien tiene un negocio en la avenida Víctor Hugo Sicouret y la calle Tercera, asegura que esta zona considerada residencial tiene muchos problemas y necesidades. “Está desprotegida, es solitaria luego de las horas pico e insegura a todas horas, especialmente en las noches, cuando se torna oscura por la falta de un buen alumbrado”, explica el dueño de un comedor que desde hace dos meses labora hasta las 18:00.

Dice que tomó esta decisión para eludir las amenazas de los extorsionadores, así como la presencia de personas sin hogar que se esconden en los callejones oscuros y salen para atracar a quienes caminan por la ciudadela o salen de algún negocio.

“Aquí ya nadie puede vivir en paz porque los delincuentes no solo están en las calles, también ingresan a las casas”, revela angustiada Sandra Tutivén, de 60 años, quien reside a pocos metros del parque Antonio Neumane que está muy descuidado.

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Ella relata que hace dos semanas, dos hampones armados intentaron ingresar a su vivienda a las 22:00, cuando aún su familia estaba despierta. “A través de las cámaras de videovigilancia observamos la presencia de los ladrones y logramos ahuyentarlos con gritos. Corrimos con suerte”, señala.

Julio Riofrío, quien vive entre el primer y segundo callejón, menciona que el parque es ocupado por drogadictos que generan incertidumbre a quienes caminan por la zona, donde además de observa basura dispersa. “Son los mismos recicladores quienes desordenan las fundas y cartones y los dejan esparcidos por el bordillo”, denuncia.

Quienes habitan o tienen sus negocios en la ciudadela admiten estar cansados de la delincuencia y de la falta de agilidad en el accionar policial en la zona. Por ello, algunos han contratado guardianía privada para que cuiden los locales, sus vehículos y de los clientes.

Los uniformados aseguran que realizan patrullajes a pie, en carro y moto. “Nos estacionamos en algún punto comercial y damos prioridad a los sitios donde hay mayor movimiento de personas”, argumentó la mañana del lunes pasado el sargento Luis Uquilla, mientras recorría junto a otros dos agentes varias manzanas de la ciudadela. Sin embargo, los residentes reiteran que estos esfuerzos no son suficientes y exigen más rondas policiales.