Mientras Aileen, de 12 años, realizaba tareas frente a la computadora, cayó un pedazo de cemento que rozó su cuerpo. En segundos, otro objeto, una rueda, perforó el techo y el tumbado, hasta parar en el clóset de la habitación donde se encontraba. Huyó del cuarto y alertó a sus familiares de que el equipo habría explotado, pero luego supieron de qué se trataba: la llanta se desprendió de la avioneta que se estrelló el martes en el parque situado a pocos metros de esta villa, la 20 de la manzana FR de la cuarta etapa de la Alborada.

La angustia y la subida de presión invadieron a la familia, que hoy narra a EXPRESO aquellos eternos segundos cuando sintieron que un terremoto los sacudía solo a ellos. “Toda la casa traqueaba, se desbarataba, pero Dios estuvo aquí con nosotros: nadie está herido y ninguno tiene rasguños. La llanta tenía unos 40 centímetros”, relató Mauricio Véliz, de 84 años, abuelo de la menor.

En esa habitación duerme su hijo, Ronny, pero la noche del martes no lo hizo. Aún se respiraba temor. Este miércoles 19 se veía el cielo desde los agujeros, por lo que ya está en su agenda arreglar los daños.

Así como lo contó este Diario, este hecho removió los recuerdos de la tragedia de La Atarazana de octubre de 1989. “Ahora pasó aquí, encima de la casa. Aunque allí fue un avión de guerra, recordé ese suceso, pero estamos bien y a mi nieta no la estamos velando”, agregó.

EXPRESO visitó nuevamente la zona y comprobó que se cambió el poste que fue tumbado por el impacto y que diferentes trabajadores continuaban retirando y sustituyendo los cables. Unos eran de TV pagada, otros de Internet. Los daños aún se evidenciaban en el área verde y en el cerramiento de una de las viviendas de Sauces 1. Por breves momentos se percibía un olor a gasolina.

Entre los residentes, que aún miraban atentos los efectos de la colisión, se encontraba Verónica Machado, quien dijo haber sido testigo de un accidente de avioneta en los 80, y ahora de este último que ha conmocionado a todo un país y en el que resultaron muertos dos de los tres tripulantes.

“Ayer escuchábamos que venía volando bajo. Yo pensé que se trataba un choque con el poste, pero alcé mi mirada y me asusté al ver las chispas de los cables. Si tocaba otro transformador habríamos muerto todos”, manifestó la ciudadana, quien señaló que tras estas experiencias espera no montarse en un avión durante un buen tiempo.

Por su parte, el doctor Mario Vargas calificó como un milagro el estado clínico del piloto Cristian Armendáriz, quien resultó herido en el accidente. Según el galeno, quien es director médico del Omni Hospital, donde permanece asilado el aviador, este permanece estable y sin lesiones graves.

“El paciente está en cuidados intensivos, pero muy estable... Aparentemente no tiene ninguna lesión muy grave. Está consciente, está orientado en tiempo y espacio”, detalló el profesional, al explicar que cuando se recibe un golpe tan fuerte como el que sufrió Armendáriz, lo mínimo que se produce es un edema cerebral grande, por lo que están tratándolo clínicamente para verificar alguna afectación interna.

Por ahora se ha descartado una fractura en el brazo izquierdo y se está tratando el ojo del mismo lado, que presenta una fractura de la órbita.

Además, tiene quemaduras de primer y segundo grado en el 18 % de su cuerpo, que tampoco son graves, según el médico. Por ello deberá estar en observación de dos a tres días.

“Para mí fue un milagro que no tenga más afectaciones”, reconoció el director del Omni Hospital, al reiterar que en términos generales el piloto no está grave y podría darle de alta pronto, luego de concluir los exámenes.

Armendáriz está consciente de lo que ha pasado y pregunta por sus compañeros de viaje, pero no le han contado que perecieron, para evitar alguna alteración en su evolución. “Creo que todavía no es oportuno ni pertinente decirle al caballero que los amigos o compañeros de él han fallecido”, recomendó Vargas.