Pateando tachos: Miler Bolaños, un indescifrable talento

El ofensivo de Emelec es el delantero más desequilibrante de nuestras canchas

La cancha la ve más grande, a los compañeros los ve a un toque y a los rivales los ve un poco más lentos de lo que están. La confianza es un motor vital para Bolaños. No solo actúa de delantero, sino que tiene la mentalidad de serlo. Juega a un toque, es decir, sin dudar.

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Todo el tiempo recibe información de sus volantes, de sus extremos, del rival de cuándo va a perder el balón. Cómo va a terminar la jugada, cuándo va a empezar la suya; guarda energías para el momento decisivo.

Corre con cabeza fría, parece que no mira y de pronto ya tiene el hueco donde va a meter el balón, donde no ocurre nada, pero pronto ocurrirá. Representa la forma más sorpresiva del ataque: la pausa que antecede al gol.

En los momentos de tensión, en escenarios inciertos, hace que aparezca su fútbol audaz. La temible creatividad planificada.

Juega para los volantes que llegan, abren y rompen líneas. No se lo puede tomar en ciertas zonas; si lo persiguen hace de pivote, toca o peina la pelota y el rival queda mal. Si juega de segundo delantero tirado atrás, y el equipo adversario aprieta a Emelec, los azules lanzan en largo para Bolaños.

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No lo marques cuerpo a cuerpo porque gira, te hace un apoyo, un quiebre y le quedan 40 metros por delante, con el arco como promesa. Hay que dejarlo recibir y esperarlo a un metro de distancia… Miler es el delantero más desequilibrante de nuestras canchas.

Su capacidad para moverse al claro, su sagacidad para incursionar donde menos se lo espera, esa habilidad y pique corto para crear pequeñas sociedades, así como su certeza para definir, lo convierten en inigualable en el lugar más difícil: el área rival. Ya al final el público le dedica una clamorosa ovación.