Iga Swiatek Cancún
La tenista polaca Iga Natalia Swiatek celebra con el trofeo tras ganar la final del torneo femenino de tenis WTA Finals Cancún el domingo 5 de noviembre.EFE

Iga Swiatek: Las claves para terminar el año por segunda vez en la cima del tenis

La polaca de 22 años de edad termina una temporada satisfactoria , tras recuperar el trono luego de 75 semanas

El éxito de la mejor tenista del mundo, la polaca Iga Swiatek, se debe a su sobrehumana capacidad de concentración, más allá de su fortaleza física.

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Unos minutos antes de comenzar a disputar el partido que la devolvió a la cumbre de la WTA para que volviera a ser “1ga” -un apodo usado en los medios que sustituye la primera letra de su nombre con el 1 de primera en la clasificación mundial-, se podía ver a la joven polaca caminar con los ojos cerrados y unos auriculares puestos.

Iga estaba en lo que ella llama “el túnel”: un estado de concentración total que le permite “ver todo lo que ocurre en la cancha” y analizarlo.

Con solo 22 años, la joven introvertida que solía entrenar sola y confesaba tener dificultades para relacionarse con otras personas fuera de sus dos sitios favoritos -la casa familiar y la cancha de tenis-, se convirtió por segunda vez en la #1 del tenis mundial, al recuperar el trono que perdió en septiembre y que defendió durante 75 semanas.

La final del torneo de Acapulco, en México, contra la estadounidense Jessica Pegula fue toda una metáfora de cómo funciona el universo Iga: una cancha irregular, que provocaba botes erráticos en la pelota, un viento impredecible que complicaba las cosas y una rival experimentada. Pese a todo ello, antes de una hora, Swiatek ya había sentenciado con un contundente 6-1 y 6-0 el partido.

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Solo alguien capaz de procesar las emociones como un factor más a tener en cuenta en su estrategia para la victoria podría soportar, con solo 22 años, la presión competitiva y mediática de la élite del tenis mundial.

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Al igual que su ídolo Rafael Nadal, Iga hace gala de un poder de autocontrol casi obsesivo que la llevó, por ejemplo, a quejarse de que un tablero de publicidad electrónica había parpadeado durante uno de sus primeros partidos como profesional.

Cuando esta joven de Varsovia ganó el campeonato junior de Wimbledon en 2018, muchos se apresuraron a anticipar su ascenso al Olimpo de la WTA, pero no fue sino hasta dos años después, con su inesperada victoria en Roland Garros, cuando sus “túneles” de concentración la llevaron al triunfo del Grand Slam.

Solo una semana antes, Iga aún se preguntaba si debía empezar a estudiar una carrera o dedicarse por completo al deporte, al igual que su padre, quien participó en el remo de los Juegos Olímpicos de Seúl.

Durante toda su trayectoria, la joven polaca ha mantenido un perfil bajo, alejada de las estridencias de otras estrellas del deporte y centrada en sus entrenamientos, en pasar tiempo con su familia y en canalizar obras benéficas para las que ha donado en total más de un millón de euros.

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