Lionel Messi volvió a ser feliz. Y con él, su Barcelona se consagró campeón de la Copa del Rey, tras golear 4-0 al Athletic de Bilbao.

El argentino todavía no define su futuro. No se sabe si firmará un nuevo contrato para seguir con su leyenda en España o continuará su carrera en otro país. Y por eso la atmósfera de este partido fue distinta.

Más que futbolística, se convirtió en una partida nostálgica, con muchos temas sobre el papel. Revancha pendiente de una Supercopa de España, desquite de una final de Copa del Rey, tormentas por llegadas y salidas de jugadores; y, sobre las cosas, sacudirse de una vez por todas de los malos pasos que se dieron en los últimos torneos importantes. Todo eso que se volvió una mochila demasiado pesada para un proyecto que apenas quería despegar y que necesitaba de un impulso.

Y al tanto de eso, Messi se dedicó a cambiar ese aire. Siempre sonriendo, conversando con sus compañeros e inclusive muy activo en las charlas con sus rivales y los árbitros, el ‘10’ de ayer se robó todas las cámaras. Hizo dos goles, se llevó el trofeo como el jugador más importante del encuentro y levantó la Copa del Rey al ritmo de “We are the champions” de Queen. Jornada inolvidable, por si llega a ser la última de esa relación que, sin duda, será inmortalizada.

Y claro, no fue solo Messi. El equipo estuvo en un alto nivel y aportó para que el Barcelona sume su trigésimo primer título de Copa. En lo futbolístico, el francés Antoine Griezmann (60’) abrió la cuenta y el neerlandés Frenkie de Jong amplió tres minutos después.

Tras ello Lionel Messi marcó un doblete para asegurar un título que no ganaba desde 2018.