La zarzuela en la actualidad
Mi amor a la zarzuela se inicia en 1950. Las aprendí de memoria y fue parte del ritual hogareño, paterno y propio, escuchar, cantar y luego ver zarzuelas cuando la tecnología lo permitió. Ahora, con mucha pena, asisto a la defunción del género. Fue difícil obtener en España mi pequeña colección de DVD y mis CD son, en su mayoría, regrabaciones de viejos LP.
En mis primeras visitas a Madrid gocé de zarzuelas en el Teatro Calderón, cerca de la Plaza Mayor. En mis recientes estadías he podido satisfacer mi afición gracias a mi buen amigo Enrique Calduch, en un pequeño teatrito, el Victoria, en el 17 de la Calle del Pez, para ver Agua, azucarillos y aguardiente y La verbena de la paloma, acompañadas solo por un piano y con 5 cantantes-actores.
El gran apego de la zarzuela a la actualidad de su tiempo convierte a muchas de ellas, sobre todo al género chico, en una suerte de noticieros satíricos (La Gran Vía, por ejemplo). Esto precisamente es uno de los obstáculos para que su lenguaje, sus chistes y los sucesos a los que aluden puedan conectar con el público de hoy. Hay muchas zarzuelas que tienen música deslumbrante y exquisita (el éxito de Mocedades, Amor de hombre, es la música del intermedio de La leyenda del beso), pero los argumentos y los libretos no están a la altura. Muchos son cuadros costumbristas y es difícil que esas historias atrapen al espectador de hoy.
¿Cómo seducir al público, especialmente joven, sin traicionar la esencia del género? Emilio Sagi (nieto de Emilio Sagi Barba y sobrino de Luis Sagi-Vela, barítonos de reconocido prestigio) dijo en una entrevista en El Cultural que “modernizar la zarzuela no significa poner a los intérpretes en vaqueros (jeans)”. En la misma línea, Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela, se ha fijado como deber “atraer a los jóvenes sin espantar al público veterano”.
Ojalá que el sector de la zarzuela consiguiera proyectar hacia el exterior una imagen moderna, del mismo modo en que lo ha conseguido el flamenco, que ha logrado que lo suyo sea visto como algo muy vanguardista.