Solucion para la crisis argentina
En los ‘80, el profesor Rüdiger Dornbusch del MIT decía a sus estudiantes que existían cuatro tipos de países: ricos, pobres, Japón y Argentina. Hoy no se teme que Japón llegue a dominar el mundo, pero vuelve a preocupar Argentina por otro ataque clásico a su moneda. En abril, el rendimiento de bonos del Tesoro de EE. UU. a diez años plazo superó el 3% por primera vez desde 2014. El mismo día, los inversionistas empezaron a deshacerse de los pesos argentinos buscando la seguridad de un dólar en alza. Para estabilizar su moneda a un tipo de cambio muy depreciado, Argentina tuvo que elevar las tasas de interés al 40 % y pedir ayuda al FMI. Tras la tormenta, los mercados llevan dos semanas en calma. Es momento de preguntarse qué falló y qué puede -y debe- hacer el país para evitar que regrese la inestabilidad. Consciente de una larga historia de intentos fallidos de “terapia de shock”, Macri decidió corregir de a poco el desbarajuste fiscal heredado. Rebajó subsidios a los combustibles y a la energía eléctrica y algunos gastos innecesarios, pero también decidió -de manera bastante razonable- reducir impuestos a las exportaciones para estimular el crecimiento. El déficit fiscal ha disminuido pero se mantiene alrededor del 5,5 % del PIB y el Gobierno ha tenido que endeudarse masivamente en el exterior para cubrir la diferencia. Los críticos afirman que el ajuste fiscal fue demasiado lento. El déficit en cuenta corriente de Argentina es superior al 5 % del PIB, pero esto solo muestra que el sector privado en Argentina invierte lo que ahorra. El ajuste fiscal gradual parecía una estrategia plausible hasta que las tasas de interés en EE. UU. subieron y el dólar se apreció. Con el regreso de las preocupaciones acerca de la solvencia de los mercados emergentes, Argentina y Turquía fueron los primeros en recibir el golpe. Las autoridades argentinas tomaron el toro por las astas y emprendieron acciones decisivas. Acudir al FMI acarrea un costo político, pero era necesario: solo a partir de una posición fuerte de acceso a las divisas puede Argentina convencer a los inversionistas de que pagará sus deudas y de que su moneda no seguirá depreciándose. Impera ahora la técnica militar del dominio rápido. Si el peso argentino termina siendo más fuerte en términos reales, lo que es probable, las ganancias de los inversionistas serán cuantiosas. No obstante, es imposible mantener tasas de interés al 40 % por mucho tiempo sin dañar la credibilidad. Es preciso persuadir a los mercados de que una reducción gradual de tasas es plausible y sustentable. Para evitar una bola de nieve, es probable que el Banco Central las reduzca gradualmente tras el anuncio de los detalles del paquete del FMI. Este por su parte, debe actuar rápidamente y entender que un ajuste fiscal demasiado abrupto puede provocar una reacción política que ponga en peligro la credibilidad del paquete. Además de exigir cierto ajuste fiscal adicional, el FMI debe insistir en que a medida que se modera la emergencia, las autoridades aclaren las reglas de funcionamiento del régimen cambiario. La importancia del éxito de un enfoque reformista liberal en Argentina se extiende mucho más allá de sus fronteras. Con populistas en el poder en EE. UU., Europa y Asia, su retorno a los dos países de mayor población de América Latina tendría ramificaciones a nivel mundial.