Regrexit

El éxito del “brexit” al final del día nos tomó por sorpresa. Aunque la salida del Reino Unido de la UE era muy probable, resultaba inverosímil. No era concebible un final triste para una unión instituida después de la II Guerra Mundial para crear un continente de paz. Estamos ante un hecho inédito, del que se desenlazan escenarios difíciles de resolver. Unos más que otros. Empecemos por lo que significa para Escocia. En un artículo pasado afirmé que bajo la bandera de “autonomía” y de tomar sus propias decisiones, las naciones que conforman el Reino Unido advertirían proclamarse independientes para -en efectos prácticos- no dejar a la UE. Lo que antes escribí como un supuesto y que los políticos escoceses utilizaban como amenaza, ahora se concreta en realidad. Su argumento principal: si la mayoría (67 %) votó a favor de permanecer ¿no debería respertarse la decisión de la nación escocesa? Con lo dolida que está la UE, se aprueba esta lógica. Pero hacer esto supondría un principio peligroso: si uno verdaderamente lo desea, puede negociar su ingreso a la UE aun sin el consentimiento de su país. España fue el primero en reclamar: no quiere que ese precedente sirva a los independentistas en Cataluña. Conclusión sobre este escenario, por más que la Unión quiera, no podrá recibir con los brazos abiertos a Escocia. La complejidad y los nuevos desafíos en Europa (¿se mantendrá junta o terminará separada?) llaman la atención de cualquiera. Pero hay otro escenario que también vale la pena analizar: el “regrexit”. El arrepentimiento de los resultados del referéndum. Fue tal el estado de “shock”, que el primer impulso fue buscar una segunda consulta. El argumento es el siguiente: la mayoría de los jóvenes (los que vivirán por más tiempo con el peso de esta decisión) prefería quedarse. ¿Es justo que las personas mayores del país diseñen su futuro? Sí lo es. Especialmente cuando solo el 25 % de estos jóvenes se acercó a votar. Cuando el resultado no fue el que esperaban recién buscaron hacer algo.

Ese es el precio de la apatía política. Arrepentimiento y frustración al no tener su final feliz.

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