Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

Ni la policia logro impedir el ‘lagunazo’

La advertencia estaba hecha para ambos bandos, por un lado los estudiantes sabían que estaban prohibidos de bañarse en la laguna del parque La Alameda y por el otro, los uniformados estaban plenamente conscientes de que los jóvenes harían caso omiso de la disposición.

Era una tradición que se había popularizado mucho antes de que los celulares se transformaran en la herramienta de comunicación por antonomasia.

No fueron menos de 90 uniformados los que intentaron, en vano, impedir que los muchachos se lanzaran al agua, y para esto agotaron todas las salvas diplomáticas.

La euforia de los chicos venció toda forma de control, la había de todo tipo; a caballo, motorizados y a pie.

Pese a que en determinados momentos, en medio del tumulto, se dieron leves enfrentamientos, estos fueron aislados y la mayor parte de los muchachos logró divertirse en paz.

Ney Jiménez, comandante del Distrito Manuela Sáenz, informó después que sí se registró una detención, esta debido al supuesto irrespeto de uno de los jóvenes hacia un gendarme. Algunos estudiantes incluso resultaron golpeados.

La algarabía fue aprovechada por varios ciudadanos que pusieron a la venta huevos y harina, no con fines culinarios, sino netamente recreativos.

Por todos lados se podían observar a los estudiantes, corriendo descontroladamente, con los rostros entintados con achiote, o con cáscaras de huevos colgando de sus mechones pegajosos.

Hoy el parque luce las cicatrices de los festejos; el césped en zonas aledañas a la laguna fue reemplazado por lodo y marcas de pisadas, y aún se pueden encontrar botellas de espuma y demás pertrechos de guerra carnavalera.

A los trabajos realizados por la Empresa Metropolitana de Aseo (Emaseo) se sumaron las escobas de los vecinos, quienes apilaban sendas fundas negras de basura.

Al margen de las incidencias y del criterio de cada quien, sobre si debió haber más control o si hubiera sido mejor permitir el libre paso a los menores, algo es seguro, y es que ni los policías ni estudiantes olvidarán el día en que la autoridad fue vencida por la irreverencia y las ganas de divertirse.