El peligro de exponer a los niños en las redes

El peligro de exponer a los ninos en las redes

Esta actividad propiciada por los padres se conoce como ‘sharenting’. Especialistas explican los riesgos de subir fotos de menores a la web.

¿Pondría la foto de su hijo en la puerta de su casa para que sus amigos vean que fue por primera vez al baño o practica actividades extracurriculares? Seguro que su respuesta sería no. ¿Pero qué tal en las redes sociales? Así la idea no suena tan descabellada. Sin embargo, también lo es cuando los padres desconocen los límites de la privacidad.

La analogía busca explicar que la red social es como la casa en Internet, donde hay temas que se deben tratar en forma privada. Pero hay padres que no lo entienden y publican todo lo que su hijo hace a diario. Esta conducta es conocida en inglés como ‘sharenting’, término que viene de ‘share’ (compartir) y ‘parenting’ (crianza).

Gissela Echeverría, terapeuta familiar sistemática y educomunicadora, opina que la necesidad de compartir está bien, como la foto de una fiesta familiar, pero los padres deben saber hasta cuándo hacerlo, porque con la llegada de la web 2.0 y las redes sociales, el usuario dejó de ser consumidor de páginas estáticas y pasó a ser prosumidor (del vocablo inglés ‘prosumer’), productor y consumidor de contenidos.

Esta evolución ha generado un fenómeno: la pérdida del concepto de la privacidad, puesto que se ha hecho un ‘uso indiscriminado’ de las redes y se publican a diario imágenes privadas, como mostrar a los niños sin ropa, complementa la autora del libro ‘Conéctese con sus hijos para que se desconecten de la red’.

Un reality show

Una de las razones para que el adulto comparta todo, destaca Echeverría, es en algunos casos el deseo de sublimar todo lo que le pasa en la vida real, mostrando una cara, a veces, de falso éxito. Añade que es parte de esa cultura de sobreexposición de la vida privada, convirtiendo a las páginas personales en una especie de reality show.

Para el doctor Sergio Paz, las redes sociales se han convertido en un medio para compartir vivencias, como contar dónde te encuentras, un hábito del que los hijos forman parte. También se hace por una necesidad de aceptación y valoración, creando un fenómeno por el cual mientras más ‘me gusta’ reciba la publicación, la persona se sentirá más querida y valorada.

El psicólogo explica que, en ciertos grupos, no poseer una red social puede convertirse en un elemento para criticar a la persona. Frente a ello, aconseja a los padres hacerse un autoexamen para identificar por qué les gusta estar siempre expuestos.

El peligro en la web

¿Pero cuándo esta práctica de los padres se convierte en un riesgo para sus hijos? Sergio Paz destaca que más allá de calificar a esta actividad como buena o mala, es importante que al publicar se tenga criterio y se tomen en cuenta aspectos como cuidar la privacidad y la seguridad de los niños.

El problema se acentúa cuando se expone información que identifica al pequeño, como fotos que muestran su barrio, el lugar donde practica alguna actividad extracurricular, o su escuela, volviéndolo vulnerable de ser víctima de un rapto, explica Ariadna Jaramillo, especializada en ciberdelitos y magíster en Ley y Tecnología.

La abogada coincide con Echeverría en que no está mal compartir, pero tampoco documentar todo con fotos y vídeos. Existe una línea muy delgada entre la foto tomada con buena voluntad y la pornografía infantil, destaca Jaramillo, ya que en las redes pulula gente sin principios dedicada a la explotación sexual infantil.

Advierte que esas fotos pueden terminar en el mercado negro de Internet. Que el menor esté sin ropa, tiene un valor para los pedófilos. “Ellos empiezan viendo la imagen, pero si no se conforman pueden buscar que se haga más real consumando el delito con la violación a los menores”, resalta. La pornografía infantil es sancionada en el Código Integral Penal con pena de 13 a 16 años de cárcel. Y si el padre es el involucrado, entre 22 y 26 años. Sin embargo, en Ecuador hay una situación bastante difícil con respecto a este tema. Los niños no están 100 % protegidos, por lo que recomienda prudencia a los padres, pues a los hijos hay que cuidarlos no solo en el mundo real sino virtual.

“Empezaste, mamá”

Ariadna Jaramillo, especializada en ciberdelitos, analiza que actualmente hay muchos niños que no han nacido y ya tienen un rastro o huella digital (queda en la red por muchos años), debido a que los padres se encargan de subir a la red la foto de la ecografía y de ahí todo su proceso de crecimiento.

En Estados Unidos, el 92 % de los menores tienen una identidad en línea a partir de los 2 años, y antes de que cumplan 5 sus progenitores ya han subido un aproximado de mil imágenes de ellos a las redes, según un estudio publicado en el libro ‘American Girls: Social Media and the Secret Life of Teenagers’, de Nancy Jo Sales.

A Mariuxi Cruz, de 30 años, le gusta subir las fotos de sus dos hijos, Pedro de 11 años y Rolando de 11 meses (ambos nombres son ficticios) en Facebook, para que sus amigos y familiares compartan con ella la felicidad que siente de ver crecer a sus hijos.

La madre asegura que no sube imágenes íntimas, pero sí fotos de su hijo mayor en la escuela, u otra actividad, desconociendo que lo estaba exponiendo a potenciales raptos. Pero a Pedro le molesta. “Ya empezaste, mamá”, le repite cada vez que publica una fotografía de él. “No me gusta, porque las fotos las pueden observar todos, y yo no quiero que me vean”, reclama.

¿Se está o no vulnerando el derecho del niño a su privacidad? Jaramillo especifica que el tema es muy amplio cuando se trata de proteger al menor, pero esta se da, la mayoría de veces, cuando han sido víctimas, pero no cuando son víctimas potenciales.

En el Código de la Niñez y Adolescencia, en su artículo 53, se destaca que el niño tiene derecho a la privacidad y a la inviolabilidad del hogar... Esto significa, explica, que tienen derecho a que se respete la más profunda de sus intimidades y es responsabilidad de los padres manejar bien la información. “Muchas de las fotos que les tomamos a los niños sin preguntarles, pueden constituir un tema de arbitrariedad”.

Las consecuencias

El exceso de exposición en las redes sociales puede ocasionar consecuencias negativas en el niño, entre ellas que se sienta avergonzado frente a los demás, ya que sus padres no le consultaron la publicación de tal foto; o lo que es peor, que cuando crezca le resulte normal que se exhiba todo lo relacionado con su vida privada.

La terapeuta Echeverría considera que no tener claridad en este tema puede ocasionar que los chicos piensen que está correcto compartir su intimidad y creer que pueden publicar información de otros, sin problemas.

El psicólogo Sergio Paz recuerda que esas fotos quedan expuestas en la red para siempre y que el menor podría experimentar bullying (acoso físico o psicológico) en la escuela. A algunos no les afectará tanto, pero otros son más influenciables a las bromas y pueden sentirse frustrados ante aquellas imágenes, provocándoles depresión.

El hecho de que el pequeño se encuentre en una caracterización que lo avergüenza (desnudo en la playa o en la bañera), puede repercutir en su vida adulta. En el ámbito laboral, puede ser objeto de mofas y ciberbullying (acoso en redes), complementa Jaramillo, tras resaltar que se han dado casos extremos en los que las personas que enfrentan acoso optan a veces por quitarse la vida.

No etiquetar a menores

La red social donde más se publican fotos y vídeos es Facebook. Le siguen Instagram (utilizada para subir imágenes) y Snapchat (donde la información se borra en 24 horas). Paola Ulloa, docente investigadora en Prácticas Comunicativas en Redes Sociales de la Espol, manifiesta que la cultura digital actual nos ha llevado a dejar a un lado el álbum familiar y trasladar todo a las redes sociales, porque ahora es el espacio de socialización. El problema surge cuando el padre etiqueta al niño, como “José en la bañera”.

La investigadora expone que las redes internacionales donde se comparte material pornográfico se encargan de buscar este tipo de información en la web. ¿Cómo? A través de los buscadores. Por ejemplo, digitan “niño en la bañera” en Google y este rastrea todas las páginas expuestas y aparecen las fotos que los padres tomaron para, posiblemente, pasar a archivos de gente que comparte porno infantil.

Para evitar esto, la docente recomienda que no se etiquete a menores y se configure las redes sociales tanto en privacidad como en seguridad. Además, que los niños no tengan cuentas, tal como lo establecen las reglas de las redes citadas; pero si ya las poseen, estas deben tener todos los candados del caso y no aceptar a desconocidos.

En Facebook se puede denunciar el acoso ingresando al perfil de la persona que molesta y haciendo clic en el botón con los tres puntos suspensivos para denunciarla.

Recomenda-ciones para los padres

Prudencia al publicar fotografías.

Recuperar el sentido de la intimidad y la privacidad.

Tener conciencia de que la red social no es el problema, sino el buen o mal uso que se le dé.

Tener una configuración de privacidad y seguridad adecuada en las redes sociales. Aunque su perfil en la red social sea privado, únicamente autorice el acceso a las fotos de los niños a personas seleccionadas, no a cualquiera.

Código de la Niñez y Adolescencia

Art. 53.- Derecho a la privacidad y a la inviolabilidad del hogar y las formas de comunicación. Sin perjuicio de la natural vigilancia de los padres y maestros, los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a que se respete la intimidad de su vida privada y familiar...

Se prohíben las injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada. Código Orgánico Integral Penal

Art. 103.- Pornografía con utilización de niñas, niños o adolescentes.- La persona que fotografíe, filme, grabe, produzca o edite materiales visuales, audiovisuales, informáticos, electrónicos o de cualquier otro soporte físico o formato que contenga la representación visual de desnudos o semidesnudos reales o simulados de niñas, niños o adolescentes en actitud sexual, será sancionada con pena privativa de libertad de 13 a 16 años.

Cuando el infractor sea el padre, la madre, pariente hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad (...) será sancionado con pena privativa de libertad de 22 a 26 años.

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