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Pastaza acoge con folclor a los visitantes en sus fiestas

Este sector, ubicado a diez minutos de la parroquia El Triunfo, cantón Puyo, en Pastaza, tiene 90 habitantes, distribuidos en 14 familias shuar. El recibimiento a los turistas lo hacen con alegría, al son de la danza.

Gastronomía. Velma Pujupata es experta en preparar la comida ancestral shuar.

“Winitia wuañata” es la frase de bienvenida en shuar-chicham, con la que los habitantes reciben a los visitantes en la comunidad La Independencia. Su traducción al español quiere decir: “¡Venga, entre a mi pueblo!”.

Este sector, ubicado a diez minutos de la parroquia El Triunfo, cantón Puyo, en Pastaza, tiene 90 habitantes, distribuidos en 14 familias shuar. El recibimiento a los turistas lo hacen con alegría, al son de la danza.

Son los niños, cinco mujeres y cinco hombres, que ataviados con sus trajes típicos salen al encuentro de los visitantes. Las niñas visten el ‘karachi’, una especie de vestido color azul; en sus tobillos y brazos van las pulseras con las semillas y en sus cuellos lucen los collares de colores que ellas mismas confeccionan. Mientras que los niños lucen como los guerreros tradicionales el ‘itip’ o la manta con la cual se cubren, una lanza y el ‘esamtim’, que es la armadura elaborada con semillas y colmillos de animales. Todos llevan sus rostros pintados con un símbolo que los caracteriza y dan honra a la Nunkui o Madre Tierra.

El que los dirige es Eder Saula, nativo shuar que aprendió los pasos de la danza de uno de sus primos y ahora los transmite a los más pequeños de la comunidad.

La Independencia a simple vista pareciera que no tiene nada que ofrecer, pero el misterio y la belleza se descubren a medida que se entra en contacto con su gente.

Cuando llega el visitante, los pequeños los reciben con los movimientos sincronizados de sus frágiles cuerpos. Al grupo se lo denomina Arutma Uchiri, que significa Hijos de la Selva. En un pequeño pilche ofertan la chicha de yuca que es elaborada por las mujeres de la comunidad.

Es la manera de entrar en confianza y así dar a conocer de a poco los misterios de su cultura. En una esquina de la cancha de tierra se ubica una pequeña choza donde Carmela y Velma Pujupata preparan los ayampacos, maitos, pinchos de los gusanos de chonta y toda la comida ancestral de esta población.

Lo hacen en un pequeño fogón a leña. Carmela habla poco el español, pero es Velma la que explica que desde el tiempo de sus abuelas y mucho antes siempre han cocinado sin aliños y con productos que ellos cultivan en las chacras.

“Es una lucha por mantener la identidad de nuestro pueblo”, dice la joven, que en la mesa coloca las yucas cocidas junto al maito de tilapia.

En esta comunidad shuar se dedican a la agricultura y ganadería y desde hace tres años al impulso del turismo comunitario. Ofertan sus cascadas, que son consideradas sagradas y están a una hora de caminata.

Los habitantes shuar de La Independencia solo piden a los turistas que tengan respeto por la naturaleza, para que no se pierda esa armonía y que siempre ofrezca la belleza de sus verdes paisajes. (F)