El museo de Carondelet
Parecería que era acertado que se erigiera un museo en el palacio de Carondelet, cuyo ocupante por diez años ha sido Correa. Pero ocurre que esa iniciativa tenía como fondo oculto el narcisismo y que las circunstancias políticas del país suponen que este será el fin de un gobernante que durante una década trató de que la oposición no tuviera una palabra qué decir, pues la descalificaba cada semana, y en esas descalificaciones se dejaba de lado lo que ocurría con la corrupción en varias secciones del Gobierno y desde el mismo inicio de su mandato. Así, el que se llamaba dueño del circo, en complicidad con el ‘come cheques’ metían las uñas largas en los recursos públicos, y lo hacían casi a continuación aquellos que contrataron bienes y servicios para la ANT; y lo hizo luego una ministra que compró más de un centenar de furgones que pretendió convertir en ambulancias médicas, y después se contrataron obras viales por varios miles de millones sin un verdadero concurso para garantizar la bondad de las obras y su verdadero costo. Y antes de cerrar el ciclo se produce el gravísimo escándalo de Petroecuador, con motivo de las obras de la refinería de Esmeraldas, en las que se hallan inculpados y sentenciados varios altos funcionarios de esa empresa del Estado. Cerrando con una especie de perla en la corona de la corrupción, aparece la denuncia del soborno por 33 millones de dólares por parte de la gran corruptora Odebrecht, cuya lista de sobornados se mantiene en la mayor reserva, y se ha contado con los malabares del exfiscal para demorar su publicación, que seguramente comprendería a varios altos funcionarios del Gobierno. Por todo esto y mucho más, varios altos dirigentes han calificado gravemente al Gobierno.
Pero volviendo al museo de Carondelet, toda una sala tendrá la impronta de Correa y Alfaro para dejar la sensación de que ambos han sido los más grandes presidentes de la historia ecuatoriana, cumpliendo de un modo tan sesgado su deseo de permanecer como un extraordinario gobernante; solo que la mitad del país lo rechaza y eso lo sabe el que pronto será expresidente de la República, que no ha dejado de recibir “honoris causa” que suman más de una docena ya, y que va a recibir el último en Argentina, a escasos días de culminar su período.