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Una migrante permanece en el albergue Casa Mambré, el 30 de julio de 2023, en la Ciudad de México (México).EFE/Isaac Esquivel

Los rostros ocultos tras la avalancha inédita de solicitudes de refugio en México

Hay más de  74.000  solicitudes para pedir un asilo en este país por la ola de violencia y amenazas

Tras un nombre ficticio y la oscuridad del contraluz, Rosa, Valentina y Rosario, víctimas de persecución política o de las más crueles formas de violencia, son algunos de los 74.764 rostros que se ocultan en la avalancha inédita de solicitudes de refugio que México ha recibido durante el primer semestre del año.

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Aunque sus trámites ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) se encuentren en etapas avanzadas, lo que las protege de la deportación, por seguridad muchos se niegan a poner cara a las frías cifras, que de mantenerse supondrán un récord de 150.000 en todo el año.

El caso de Valentina, ecuatoriana de 47 años, es extraordinario por la brevedad de su proceso, pues en apenas unos días obtuvo su condición de refugiada -cuando suelen demorarse largos meses-, pero también es usual la violencia que justificó su viaje.

Salió de Guayaquil después de que, en medio de la ola de violencia que azota a la ciudad, el crimen organizado asesinara a una mujer de un local vecino a su restaurante por haber denunciado las extorsiones que padecían.

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Erendira Barco, coordinadora del albergue Casa Mambré, el 30 de julio de 2023, en la Ciudad de México (México).EFE/Isaac Esquivel

"El mismo día que denunció le pegaron un disparo y toda la sangre me cayó a mí. Al día siguiente, abrí mi local, vi una bala ahí y pensé que esa era para mí", relató Valentina, quien escogió este sobrenombre por seguridad.

Lo que vino después no fue mejor: un grupo de mexicanos la secuestraron, violaron y la separaron de su hija de 23 años a su llegada a México.

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La violencia y la extorsión también empujaron a Rosa, de 22 años, lejos de Comayagua, antigua capital de Honduras. Sola, emprendió un camino a ninguna parte con el único afán de no regresar nunca más a su país.

"Quiero un futuro diferente y, si me lo ofrece México, me quedo acá. Si no, me iré a Estados Unidos", reconoció la joven, a la espera de que la Comar resuelva su caso.

Rosario completa la amalgama de motivos por los que cada vez más personas solicitan refugio: es una de los tantos exfuncionarios guatemaltecos perseguidos por su propio Gobierno. Tras años de resistencia, a inicios de año la fiscalía emitió una orden de captura en su contra que la acabó expulsando de su país.

Cuando cruzó el control de pasaportes del aeropuerto de Ciudad de México, dice, quisiera haberse hincado a besar el suelo como muestra de agradecimiento.

"En ese momento no tenía nostalgia por lo que dejé, lo que tenía era la necesidad de estar en un lugar seguro, porque sentía que en Guatemala podía perder mi vida", incidió.

En su búsqueda de futuro, las migrantes consultadas  así como otros varios miles, van de la mando de organizaciones como Asylum Access o Casa Mambré, que les otorgan acompañamiento legal en sus trámites ante la Comar.