El Gobierno Federal de Estados Unidos invierte alrededor del 4% de su presupuesto anual en instituciones de tercer nivel, tanto públicas como privadas. Las Universidades recibieron en 2023, 200 billones de dólares en asignaciones y subsidios, pero en un contexto más amplio, esta no es la única fuente de ingreso de las universidades americanas. También perciben ingresos por medio de las matrículas y algo que no es común en nuestro país, por las donaciones. Este es un elemento diferenciador, el cuál debe ser analizado para comprender cómo funcionan las universidades en ese país.

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Si uno tiene la oportunidad de visitar universidades en Estados Unidos, un detalle que no pasará desapercibido es el hecho de que la mayoría de las facultades tienen nombres propios. Muchos responden a los padres fundadores del país, profesores ilustres o a premios Nobel, pero una gran mayoría también responde a las familias, corporaciones y empresas que han hecho donaciones económicas a la universidad. Esta es la conocida filantropía universitaria. Pero algo debe quedar claro, es que estos aportes en la mayoría de ocasiones, viene atados a compromisos como formar parte de la junta de directiva o poder de decisión sobre quién accede a becas académicas. Si bien, desde el punto de vista de la legalidad estos procesos son correctos, existe una delgada línea ética en la que el poder de influencia sobre una institución académica desvirtúa el sentido de una universidad.

Una variable que se debe sumar a la realidad de las universidades americanas es la llegada de la cultura de cancelación, la cual es un neologismo para la censura; esta es la cancelación de ciertas personas e instituciones por promover ideas o acciones que un grupo de la sociedad considera ofensivas. El mundo académico estadounidense ha sido particularmente beligerante en el esfuerzo de imponer la cancelación y la censura ideológica. En los últimos años se ha pretendido hacer creer que cualquier manifestación de libertad de expresión solo proviene desde el privilegio o la defensa del status quo, cuando en realidad quien ha acumulado gran poder y riqueza a lo largo de los años, son las mismas universidades. Para comprender el poder económico de la educación superior en Estados Unidos, sabemos que sus activos (en su conjunto) son comparables a los de Amazon y Apple.

Por esto es tan relevante la pregunta ¿a quién responden las universidades en Estados Unidos? La traigo a colación por los hechos que se han generado en los campus de las universidades más prestigiosas del país a raíz del ataque de Hamás en Gaza el pasado 7 de octubre. El antisemitismo se ha propagado arbitrariamente, sin ningún tipo de condena por parte de sus autoridades, de hecho, al parecer resulta que con la venia de ellas. A propósito de ello, la presidente de la University of Pennsylvania fue forzada a renunciar el sábado por haber eludido ante el Congreso la pregunta sobre si promover el genocidio de judíos violaría el código de conducta de la Universidad en términos de intimidación y acoso. Habría sido interesante preguntarle qué habría pasado si los verbalmente agredidos eran asiáticos, árabes, negros o latinos ¿habrían tolerado las Ivy Leagues esos comportamientos? ¿habrían aseverado que se estaba respetando la libertad de expresión de sus estudiantes? Probablemente la respuesta habría sido no.

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En definitiva, estamos viviendo una ola de antisemitismo en todos los rincones del planeta, pero preocupa que en una de las naciones que más sacrificio hizo en la lucha contra el totalitarismo y por los derechos del pueblo judío, haya espacios donde llevar una kipá suponga un riesgo. En el país de la lucha del Movimiento por los Derechos Civiles, que liberó a Europa del yugo Nazi y puso fin al Holocausto, hoy, los judíos son menos libres que hace 20 años.

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