Gaza e Irán, guerras hegemónicas y existenciales

En octubre 7 de 2023, Hamás lanzó un cruel y sorpresivo ataque en Israel, matando a más de 1.200 personas y tomando rehenes a otras 250. La respuesta de Israel fue no menos feroz. Hasta aquí, van más de 55.000 muertos en Gaza, 17.000 de ellos niños.

En marzo pasado, Israel rompió unilateralmente un alto al fuego y ahora pretende ocupar toda la franja de Gaza y confinar a los 2 millones de palestinos a que viven allí desde tiempos inmemoriales, a una esquina en el sur de su territorio, restringiendo, además, el ingreso de ayuda humanitaria, comida y combustible, lo que está generando una hambruna generalizada.

Ataques a hospitales y a ambulancias desarmadas, todo vale. No condono de forma alguna el ataque terrorista de Hamás, pero lo cierto es que Israel ha perdido legitimidad con su respuesta tan brutal. Prueba de ello es que España, Irlanda y Noruega han reconocido al estado palestino e incluso aliados como Francia, Gran Bretaña y Canadá, han condenado enérgicamente la incursión en Gaza y han reafirmado su posición de una solución de dos estados.

Una imagen desdibujada

Y en medio de esta debacle humanitaria en Gaza, que ha desdibujado la imagen de Israel, éste ataca a Irán para neutralizar el desarrollo de sus capacidades nucleares, ahondando aun más la crisis en el Oriente Medio, que ahora definitivamente tiene un cariz regional con implicaciones globales.

A principios de junio, una resolución de la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica OIEA señalaba que Irán estaría incumpliendo sus compromisos bajo el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares TNP, del cual es parte.

Concretamente se trata de antiguos restos de material fisible en tres localidades no declaradas y la constatación de 408 kilos de uranio enriquecido al 60%, muy superior al nivel permitido para usos pacíficos, que podrían, en teoría, destinarse para la fabricación de armas atómicas. Estos hallazgos, aunque no recientes, son preocupantes.

En el año 2015, se negoció un acuerdo nuclear, el Plan de Acción Integral Conjunto PAIC, entre Irán y los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) más Alemania y la UE. Irán se comprometía a no desarrollar armas nucleares y a someterse a los controles de la OIEA, dentro de los parámetros del TNP, a cambio del levantamiento de las sanciones económicas de Estados Unidos y la UE.

El acuerdo, básicamente, limitaba la cantidad de uranio que Irán podía tener a 300 kilogramos y el porcentaje de enriquecimiento al 3.67%. El acuerdo funcionó bien los primeros años.

Sin embargo, la administración Trump I, se separó del mismo, alegando, entre otras cosas, que el acuerdo no era permanente ni integral porque, por ejemplo, no incluía el control de misiles balísticos que Irán podía desarrollar. Volvieron, consecuentemente, las sanciones de Washington a Irán y éste, por su parte, dejó de cumplir con los parámetros del acuerdo.

Como observación más de fondo, Kissinger, en su momento, cuestionó la conveniencia del acuerdo nuclear, si este no iba acompañado de compromisos políticos que restrinjan las pretensiones hegemónicas de Irán en una región tan volátil, como el Medio Oriente.

La solución pasa por una negociación diplomática y para ello se requiere de un liderazgo firme, mesurado y equilibrado que garantice la seguridad y existencia de Israel y mantenga a raya las pretensiones nucleares y hegemónicas de Irán.

Y mientras todo esto mantiene en vilo la atención mundial, las atrocidades en Gaza continúan e incluso se endurecen.

¿Quieres acceder a todo el contenido de calidad sin límites? ¡SUSCRÍBETE AQUÍ!