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Australia lucha contra la crisis climática

La empresa AirSeed quiere plantar millones de árboles antes de 2024 con ayuda de drones sobre un área seleccionada

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Los ecologistas intentan que los paisajes quemados y destruidos vuelvan a reverdecer, también con la ayuda de drones. Foto: Peter Wallis /DPA

Arena roja, vastos desiertos y la icónica montaña Uluru: el interior semiárido de Australia, el conocido ‘outback’, fascina y despierta la curiosidad de turistas de todo el mundo. Para el país y sus habitantes, sin embargo, esta remota región es un verdadero desafío.

Debido a las duras condiciones de vida, el territorio está escasamente poblado. Según estadísticas de 2016, el 85 por ciento de los australianos vive a no más de 50 kilómetros de la costa. Esto se debe a que en el ‘outback’, que constituye el 70 por ciento de Australia, pueden darse condiciones desérticas con temperaturas superiores a los 40 grados.

Australia tiene tres bases de investigación en las costas de este continente, donde las naciones suelen inspeccionar lugares para asegurarse de que se cumpla un tratado que prohíbe la actividad militar y minería, pero donde China tiene estaciones en el in

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Por ello, los ecologistas y las empresas se preguntan si el continente rojo puede ser reverdecido, al menos parcialmente, mediante tecnologías modernas. El objetivo es contrarrestar las más nefastas consecuencias del cambio climático.

Sequías, incendios devastadores, temperaturas récord, inundaciones: los seres humanos y los animales se enfrentan constantemente a nuevas catástrofes. En el verano australiano de 2019-2020 se produjeron incendios forestales especialmente devastadores.

La joven empresa australiana AirSeed, por ejemplo, quiere plantar millones de árboles antes de 2024. Y quiere hacerlo desde el aire, en lugares donde los incendios y la deforestación han dañado gravemente la vegetación. Junto con ecologistas, la empresa, fundada en 2019, crea patrones de plantación y produce cápsulas con semillas y nutrientes que luego son lanzadas con ayuda de drones sobre un área seleccionada.

“Nuestra misión principal es recuperar la biodiversidad perdida plantando especies autóctonas de árboles, arbustos y hierbas”, dijo el director general Andrew Walker. “Todo lo que plantamos debe beneficiar a los ecosistemas locales”, añadió.

Un dron puede llegar a las zonas más remotas. “Nuestro método es unas 25 veces más rápido y un 80 por ciento más rentable que los métodos de plantación manual”, subraya Walker. Hasta la fecha, AirSeed afirma haber plantado de este modo 150.000 árboles, y que cientos de miles más les sucederán en los próximos meses.

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La australiana Reforest Now también se dedica a la repoblación forestal. Sin embargo, esta organización sin ánimo de lucro no se centra en el interior australiano, sino en partes de la selva tropical del norte y del noreste subtropical del país. “No lo hacemos porque sea fácil, sino porque vivimos en el continente más seco del mundo y la reforestación es una necesidad urgente”, se informa en el sitio web.

El trabajo de Greening Australia, organización sin ánimo de lucro que existe desde hace 40 años, tiene un alcance más amplio. Con proyectos que incluyen la restauración de hábitats destruidos en el interior del país, la protección de la Gran Barrera de Coral y la ecologización urbana, la organización pretende hacer realidad su visión de “paisajes sanos y productivos en los que prosperen las personas y la naturaleza”. Entre otras cosas, los ecologistas quieren establecer una red nacional de recolectores de semillas y buscar nuevas formas de producir semillas autóctonas.

No obstante, las condiciones climáticas son difíciles y difícilmente calculables. “Australia es un continente seco. Las lluvias llegan en grandes cantidades, pero en momentos imprevisibles”, afirma Glenda Wardle, profesora de Ecología y Evolución de la Universidad de Sydney. “Hay muchos años secos y luego mucha lluvia. De esta manera, se pasa de muy malas condiciones a oportunidades repentinas en las que todo está verde”.

La científica, que dirige un grupo de investigación sobre ecología de los desiertos, se muestra escéptica en cuanto al reverdecimiento permanente de las zonas áridas y semiáridas del interior australiano. “Creo que es un error pensar que se puede reverdecer artificialmente Australia de forma permanente”, asevera. “Hay agua de lluvia y subterránea, pero los recursos son limitados. Para mantener un desierto verde, se necesitaría un suministro constante, y no lo hay”.

No obstante, prosigue, es una buena idea replantar “con especies autóctonas similares y con una densidad análoga” las regiones destruidas. La académica añade que la forestación no siempre es la solución adecuada: “No debemos plantar bosques en lugares donde no deben estar”, advierte Wardle. Por el contrario, precisa, hay que garantizar que no se deforesten más regiones ni se modifiquen de ninguna otra manera.

La organización Bush Heritage Australia está comprometida con la preservación de las tierras amenazadas. Fue fundada en 1991 por el entonces líder de los Verdes Bob Brown con el objetivo de comprar y preservar ecosistemas especialmente amenazados. En el ínterin, la organización ya ha adquirido 39 reservas con una superficie total de 1,2 millones de hectáreas.

Además, trabaja con indígenas y otros propietarios de tierras para ayudar a proteger millones de hectáreas más.“Tenemos algunos parques nacionales y reservas naturales, pero todavía hay demasiados paisajes que no están protegidos en absoluto o que no están suficientemente protegidos”, afirma la ecóloga Anke Frank.

La alemana vive y trabaja en una de las zonas protegidas. Se trata de la reserva Pilungah, de 233.000 hectáreas, que se encuentra en el desierto de Simpson (Queensland) y que tradicionalmente pertenece a los aborígenes wangkamadla.